Que el fútbol genera pasiones, está claro: es el deporte que más despierta en los argentinos, el único que logra movilizar a las masas. Las masas son sinónimo del pueblo. Y el pueblo viaja en bondi. Por silogismo, los argentinos van en bondi a la cancha.
Viajar en "bus" con los hinchas de cualquier equipo es una experiencia única. Los tipos se juntan en una parada, paran el colectivo y suben. Desde entonces, la línea deja de tener un servicio normal: va sin escalas hasta la cancha. Una vez arriba, parados, cantan. En ningún momento dejan de cantar. Se mueven para acá, se mueven para allá y el que no salta es del clásico rival.
Ser visitante y tomarse el colectivo del “enemigo” para acercarse hasta el estadio es más arriesgado que intentar robar un banco. Si sos visitante, olvidate de llevar tu camiseta. Te vestís de civil, y, cuando te subís, buscás el lugar más alejado posible de los hinchas. Ah, y no los mirés: se van a dar cuenta que sos visitante.
Cada equipo tiene una línea que lo identifica. Esa que, cada domingo que juegan de local, es una fiesta. Más aún, los cinco grandes.
En la gráfica de cada “42” figura una parada: River Plate. Rojo y amarillo, el “42” sale de Amancio Alcorta y Pepiri para terminar, los días de partido, en el estadio Monumental. Mientras cruza Parque Chacabuco, Villa Crespo, Chacarita, Colegiales y Belgrano, todo es rojo y blanco. Descienden y en caravana van hasta la cancha.
A 15 cuadras del Antonio Vespucio Liberti, por Cabildo, pasa el 152. Blanco y azul, lleva la inscripción “Olivos – Boca”. Cruza el viaducto que comunica Cabildo con Santa Fe, dobla en Paseo Colón. Durante todo el trayecto, se suben decenas de hinchas de Boca. Y todos bajan en el mismo lugar: Casa Amarilla, Almirante Brown 401. Los visitantes, si se animaron a subir, siguen: bajan en la terminal.
Cerquita, ahí nomás, está Avellaneda. Avellaneda, como dice el hit de cancha, tiene dos bandas. Y las dos bandas, como alternan la localía, comparten el bondi. El “95” viene de capital. Arévalo, Santa Fe, Plaza Italia. Suben, suben y suben: un domingo de rojo y al siguiente de albiceleste. Las paredes, confundidas, escuchan como se cantan entre sí. Todos bajan en el mismo lugar: Adolfo Alsina y Colón. Las tres cuadras que separan al “Juan Domingo Perón” del “Libertadores de América” se caminan. Es más: desde la cancha de Independiente, se ve el cilindro. Ah, una fracción de la hinchada de Racing se llama “La 95” en honor a ese bondi.
La historia de San Lorenzo es conocida: un club de Boedo que vendió el terreno de su cancha para la construcción de un supermercado. Años después, construyeron su nuevo estadio en Bajo Flores. Sin embargo, el “23” es el colectivo de los melancólicos. Es el que levanta a todos los que aún se mantienen en Boedo. Lo cruza entero y termina donde tiene que terminar: el “Nuevo Gasometro”.
Europa, dicen, es una sociedad más avanzada, una sociedad modelo. Madrid, una ciudad bellísima y el Real Madrid uno de los clubes más poderosos del mundo. El subte, el medio de comunicación más veloz. Y el Santiago Bernabeu, hogar del "merengue", tiene su estación. Es cuestión de tomarse la línea 10 y bajarse en “Santiago Bernabeu”. Al subir las escaleras que conducen a la calle, te chocas con la cancha. Increíble. Igual cuentan que los días de partido se viaja tranquilo: nada de canciones, nada de saltitos. Es simplemente un viaje.
Pasará el tiempo, avanzarán los medios de transporte. Quizás en cientos de años existan los autos voladores, o, quien te dice, la tele transportación. Pero de algo estoy seguro: para ir a la cancha, el hincha argentino seguirá eligiendo el colectivo.
Correcciones:
ResponderEliminarMuy buen posteo.
Excelente la redacción y la cadencia del texto.
Habría que anticipar la presentación del núcleo de la nota. Hay que decir desde la primera línea que cada club tiene una línea de colectivo que lo identifica. La intro así queda muy larga.
El párrafo del fútbol europeo se podría sacar.