miércoles, 23 de noviembre de 2011

¿Y allá cómo es?: Madrid


Madrid es más que la capital de España. Tiene, también, la capacidad de ser una ciudad con un gran casco histórico, con muchas atracciones. Con verde, con movimiento. Para el turista, un destino excepcional. Podés perderte y, donde mirés, vas a encontrar algo interesante. Dónde caminés, pasó algo, alguien. Si no caminás, es porque viajás en subte. Y si vas en subte, vas en uno de los mejores del mundo.

Es que alcanza con llegar al andén: pulcro, prolijo, colorido. Esperar la formación es un lujo: el reloj que indica el tiempo que falta para el siguiente arribo, nunca falla. Nunca. Y si se equivoca, es porque se adelantó. Si, como en Barcelona.

Cuando el reloj llega a cero, una formación cuyo diseño puede estar inspirado en algún cohete espacial, se detiene. Al entrar, un placer: calefacción en invierno, aire acondicionado en verano. Asientos cómodos, andar rápido y silencioso, limpio. Un lujo.

Desde el aeropuerto, en el subsuelo, hay una estación. Y desde ahí, vas donde quieras: 326 paradas (en su mayoría adaptadas para discapacitados), más de 400 kilómetros de recorrido que lo transforman en el segundo más largo de Europa. Para seguir, 12 líneas más tres ligeras, encima la mayoría combinan ente sí. Maravilloso.

El precio es, quizás, una de sus contras. Sí, viejo, alguna tenía que tener. Por dos euros, cubrís toda la red. Para el aeropuerto, es un euro más. Diez viajes, 9 euros con cincuenta.

Madrid también tiene artistas de subte, pintores, vendedores. Los largos caminos para combinar está acompañado por gente que se busca la vida.

La amabilidad caracteriza al madridista. Generosidad, disposición para contestar. El subte, cumple con esas pautas. En ese mapa laberintesco, siempre hay un guía. La Cibeles, el Bernabeú, Plaza del Sol, Museo del Prado, Reina Sofía, Plaza Mayor. Todo en una ciudad, todo en un subte.

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