jueves, 24 de noviembre de 2011
¿Y allá cómo es?: Boston
En esta edición de “¿Y allá cómo es?”, me voy a dar un gusto. Puede que muchos no compartan la elección. No me importa.
Porque tuve la chance de ir a Boston y descubrí una gran ciudad. Un lugar hermoso. Bello, ordenado, limpio. La casa de las grandes universidades mundiales: Harvard, MIT. De grandes conjuntos deportivos: Boston Red Sox, Celtics, New England Patriots y Boston Bruins. Y hogar, también, de un subte muy particular…
El “subway” se inauguró en 1897, con un túnel subterráneo que fue el primero de Estados Unidos. Hoy tiene 5 líneas y 60 estaciones. Más de 1 millón de pasajeros lo utilizan diariamente. Tiene la capacidad de llegar a cualquier parte de la ciudad: desde el aeropuerto ya podés manejarte en subte. Y a partir de allí, a donde quieras.
Las líneas se dividen por colores: rojo, verde, naranja, azul y plateado. Pero la verde tiene una característica muy particular. Es que está dividida en 4 secciones: B, C, D y E. A partir de la estación “Kenmore”, todas van por la misma vía: en el vagón principal, figura la letra con el recorrido que esa formación hará. Una vez que salen de ahí, cada una toma su camino afuera, al aire libre. Entonces, una vez que todas entran en la parte subterránea del trayecto, hay “tránsito”. Hay semáforos. De repente, te quedás detenido en la mitad de la vía porque hay otra formación delante. Al final, todas terminan en North Station, parada del ND Garden, estadio de los Celtics.
El subte de Boston tiene la característica, también, de ser un lugar donde se acumulan muchos locos. Los tipos corren por los andenes, gritan dentro de los vagones, anuncian las estaciones por venir. Es divertido. Y peligroso: hay que evitar todo tipo de contacto visual. O al menos eso me dijeron a mí.
Las estaciones están bien. No son limpias, tampoco sucias. Está mejor que Nueva York, peor que Madrid. Y las formaciones, según la línea. En algunos casos, como la verde, son bastante modernos. La naranja, por ejemplo, es de las más antiguas. Eso sí: no tiene ninguna invención arquitectónica.
Muy buen servicio: puntual, rápido, eficaz. El precio, un tema: 1.50 el pasaje. En la ya mencionada línea verde, al ser formaciones de dos vagones porque va por la calle, podés pagarle directamente al maquinista.
En invierno, mucho frío. En los vagones, calefacción. En verano y primavera, el verde domina la ciudad. Muy bella para caminar, para pasear, para conocer. Buenos museos, buenos espacios verdes. No tendrá la publicidad que tienen metrópolis como Nueva York o Los Ángeles, pero sin duda, Boston tiene su encanto.
Los medios de transporte, ¿una nueva forma de Estado policíaco?
1984 da para mucho. Da para leerlo mil veces. Uno intenta imaginar qué veía Orwell hace tanto tiempo, cómo logró adelantarse tanto. Es imposible. Habló de un Estado policíaco. Vió lo que sería la KGB, la CIA. Si bien buscó instalar una crítica al gobierno soviético, se le filtró una reprobación, también, a los presidentes norteamericanos.
Pasó el tiempo, la URSS cayó y Estados Unidos, el país donde “se respetan las libertades de los ciudadanos”, se instaló, con el capitalismo salvaje, como potencia ideológica mundial. El comunismo, reducido casi al mínimo. Y los Estados Policíacos mutaron en sus formas: la CIA no cumple el rol que tenía antes. Internet reemplazó las formas. Y los reemplazó, también, aunque suene raro, los medios de transporte, vías públicas manejadas por un Estado que, ante una falla, puede modificarnos el día.
Desde ya, tomarte cualquiera de los medios de transporte, es una odisea. Se viaja mal, incómodo, y casi nunca cumple con los horarios. Un problema en el servicio puede ser letal. Porque, quizás, estás apurado. Salís con el tiempo justo. Y el Estado, amo y señor de todo el aparato de traslado civil, no realiza un control de tiempo, de llegadas. Si sucede algún inconveniente, los usuarios somos quienes pagamos.
El Estado no utiliza sus herramientas para mejorar la calidad. Es como si lo disfrutaran, como si le conviniese que viajemos mal. La empresa, una organización capitalista con fines de lucro, no tiene interés por nosotros. No le importan nuestros contratiempos, nuestras necesidades. Solo quieren que la cuenta bancaria crezca.
Quizás suene raro, pero es para pensar. Si los medios de transporte funcionasen correctamente, más de uno cobraría el presentismo. Si anduviesen a tiempo, los hombres tendrían una excusa menos para explicarle a sus parejas porqué llegaron tarde. Un andar correcto ayudaría a una sociedad mejor.
Al final dependemos de ellos. Quienes no tienen acceso a tener su auto, están atados de pies y manos a la predisposición del Estado.
No habrá servicio secreto. Pero hay otros modos de manejar nuestras vidas.
¿Y allá cómo es?: El Cairo
Con “¿Y allá cómo es?”, fuimos a las grandes ciudades. Anduvimos por los subtes de París, Barcelona, Madrid. Estuvimos lejos y cerca, en Seúl y en Santiago de Chile. América, Europa y Asia tuvieron su lugar. África, no. ¿Qué? ¿En África hay subte? Sí, macho. En El Cairo, Egipto, hay un subte. Chiquito, humilde, pero transitado.
El Cairo es la capital de Egipto. La comunidad Egipcia, que se extinguió hace miles de años, fue, alguna vez, una de las culturas más avanzadas del mundo. Construyeron pirámides, hicieron estudios astronómicos. Avanzado el tiempo, El Cairo comenzó a transformarse en una de las ciudades más habitadas del mundo. Y hoy, tiempo después, es, posiblemente, la ciudad más importante del continente africano. Como tal, es la única que tiene subte.
Inaugurada en 1987, actualmente cuenta con 53 estaciones, algunas que van por arriba. Es humilde, sí: dos líneas que funcionan, dos en construcción y otro par en proyección. En esas dos líneas viajan dos millones de pasajeros por día. Las paradas no se destacan por su belleza, ni por su limpieza. Menos por sus comodidades. Están correctas, pero no sobresalen.
El servicio cuenta con una particularidad: al viajar una gran cantidad de gente, las autoridades egipcias entienden que en los vagones puede haber abuso sexual. Por eso,
“para cuidar a las mujeres”, todas las formaciones cuentan con dos vagones exclusivos para ellas: el cuarto y el quinto. De todas formas, si lo desean, pueden viajar en cualquier otro vagón.
Difícil movilizar a los dieciocho millones de tipos que viven allí. Difícil, también, que no se generen embotellamientos, caos de tránsito: El Cairo se caracteriza por ser una de las ciudades más ruidosas del mundo. El subte bajó el tránsito. No lo solucionó. De todas formas, el lío se traslada abajo: al valer 0.10 euros el boleto, todos utilizan este servicio.
El Cairo es vanguardia en el mundo africano. Eso no se discute. Su subte, a pesar de sus deficiencias, es un ejemplo para su continente. Se entienden los problemas que hay allí, está claro. Pero un servicio como este mejora aunque sea un poco la calidad de vida de los trabajadores.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Julio Forjoni: "Mi oficina es el colectivo"
Horas arriba. Julio Forjoni pasa gran parte de sus días en el asiento del 65. Y el bondi es, además, un amigo. Arriba, un santuario: escudos de Platense, La Renga, fotos de sus hijos, frases. Él, 34 años y más de 10 manejando. En Barrancas de Belgrano, mate de por medio, se sienta. Habla rápido, parece no pensar las respuestas.
- ¿Cómo es la vida de un colectivero?
- Al principio, dura. Cuando arrancás no tenés un horario fijo. Un día salís a las ocho de la mañana y una semana más tarde, a las tres de la madrugada. Ahí es un bajón. Después te acostumbrás y, con el tiempo, pasás a tener una banda horaria un poco más definida. Ahí se acomodan las cosas.
- ¿Esto es así en todas las líneas?
- No sé, sinceramente te mentiría.
- Con respecto al cumplimiento de horarios, ¿cómo funciona?
- Desde que salís hasta llegar al final del recorrido, tenés un tiempo estipulado. A la vez, tenés secciones y una cierta cantidad de minutos para llegar a cada una. Por eso, a veces, en algunas secciones están los “chanchos”, que son los que nos hacen firmar una planilla y nos controlan el horario. En algunas otras, se que se manejan con un sistema electronico. En nuestro caso, no. Son bastante exigentes.
- ¿Muchas veces pisaste el acelerador para llegar a tiempo?
- A veces. Depende la demora. Algunas las toleran, otras no. A veces te ponen alguna multa, pero tranquila. Yo intento cuidar al pasajero que está arriba, ¿viste? Capaz frenás mal, tenés mucha gente parada y es peligroso. No hay que poner el trabajo de uno por encima de los demás.
- ¿Te pasó alguna vez que se te lastime alguien?
- Una vez a una mina le bajó la presión y se desmayó. Paré el bondi y la empezaron a socorrer, a auxiliar. No estaba mal, pero me dio cosa. La llevamos a un hospital y seguimos viaje. Y algunos me apuraban…
- ¿Te llegaste a pelear?
- No, no ajajá. Soy tranquilito. El que me apura, que se baje y se tome un taxi. Yo voy a mi ritmo, respeto los tiempos. A veces la gente no tiene en cuenta que estamos laburando. Algunos estan en una oficina, yo en un colectivo.
- ¿El sueldo alcanza?
- Alcanza. No sobra pero está bien. Me gustaría ganar más, viste. Pero mal no está. Ganamos un poco más de 7000 pesos. Que se yo, algo es.
- ¿Te vez toda la vida manejando?
- Y, si. Uno le toma cariño al oficio. Parece que es siempre igual, pero no. Los pasajeros, los viajes, las compañías, los compañeros. Porque parece que nadie se conoce con nadie, pero sí. Compartir un matecito, como ahora, con algún compañero, un truco, una comida. Lo bueno de esto es, también, el ambiente. El laburo es como te decía antes: mi oficina es arriba del sillón.
- ¿Y de la quita de subsidios qué opinión tenés?
- Jajajaj, ninguna. A mi que me dejen seguir laburando, nada más.
Julio sube. Atrás, siete pasajeros. Arranca hasta Constitución, donde irá a completar su segundo viaje del día. Le quedan otros dos. Pero sonríe. Pone la radio, saluda desde arriba y sale a hacer el mismo recorrido que siempre: su rutina laboral.
N.de R.: Quién les escribe fue a la entrevista sin cámara de foto. Sí, un salame. Perdón por la desprolijidad, por no ilustrar.
¿Y allá cómo es?: Madrid
Madrid es más que la capital de España. Tiene, también, la capacidad de ser una ciudad con un gran casco histórico, con muchas atracciones. Con verde, con movimiento. Para el turista, un destino excepcional. Podés perderte y, donde mirés, vas a encontrar algo interesante. Dónde caminés, pasó algo, alguien. Si no caminás, es porque viajás en subte. Y si vas en subte, vas en uno de los mejores del mundo.
Es que alcanza con llegar al andén: pulcro, prolijo, colorido. Esperar la formación es un lujo: el reloj que indica el tiempo que falta para el siguiente arribo, nunca falla. Nunca. Y si se equivoca, es porque se adelantó. Si, como en Barcelona.
Cuando el reloj llega a cero, una formación cuyo diseño puede estar inspirado en algún cohete espacial, se detiene. Al entrar, un placer: calefacción en invierno, aire acondicionado en verano. Asientos cómodos, andar rápido y silencioso, limpio. Un lujo.
Desde el aeropuerto, en el subsuelo, hay una estación. Y desde ahí, vas donde quieras: 326 paradas (en su mayoría adaptadas para discapacitados), más de 400 kilómetros de recorrido que lo transforman en el segundo más largo de Europa. Para seguir, 12 líneas más tres ligeras, encima la mayoría combinan ente sí. Maravilloso.
El precio es, quizás, una de sus contras. Sí, viejo, alguna tenía que tener. Por dos euros, cubrís toda la red. Para el aeropuerto, es un euro más. Diez viajes, 9 euros con cincuenta.
Madrid también tiene artistas de subte, pintores, vendedores. Los largos caminos para combinar está acompañado por gente que se busca la vida.
La amabilidad caracteriza al madridista. Generosidad, disposición para contestar. El subte, cumple con esas pautas. En ese mapa laberintesco, siempre hay un guía. La Cibeles, el Bernabeú, Plaza del Sol, Museo del Prado, Reina Sofía, Plaza Mayor. Todo en una ciudad, todo en un subte.
¿Y allá cómo es?: Santiago de Chile
Para hacer esta sección, siempre nos vamos lejos: Seúl, Paris, Dubai. Hoy, no. Vamos a ver qué pasa acá la vuelta, en Santiago de Chile.
Durante un tiempo, los medios de comunicación opositores al gobierno Kirchnerista, intentaron crear a Chile como “país modelo”. Como un lugar que, “con condiciones económicas inferiores a la Argentina”, lograron un mejor nivel social.No sé cuánto hay de cierto en eso: el estallido estudiantil que pidió por educación pública y las represiones consiguientes, llevaron a poner en tela de juicio la teoría construida por los medios hegemónicos. Pero hay una verdad: el subte está mucho mejor que aquí.
Es el más moderno de América latina: se inauguró en 1975, en plena dictadura de Pinochet. Hoy, 36 años después, tiene la misma cantidad de líneas que el de Buenos Aires: seis. Además de ser nuevo, es el más largo de Sudamérica con 103 km. Tiene 108 paradas (30 más que el nuestro) y transporta más de 2 millones de pasajeros por día.
Allá, se planifica: están construyendo dos estaciones más. El precio del subte varía según el horario. Entre las 7 y 9 de la mañana, es más caro. Desde ahí, por la tarde y los fines de semana, es más barato. U$S 0.75, el precio. Sí, más caro que acá.
Pero las estaciones están limpias. Tienen, también, grandes obras arquitectónicas: pinturas, esculturas. Son muy amplias. Encima, es seguro. Y sigue creciendo…
Mismo continente, sólo una cordillera nos separa. Distintos subtes. Más inversión, más cuidado, más interés por la forma en que los ciudadanos van a sus trabajos.
El subte no avanza
El subte avanza. Camino y leo. Avanzo y veo. Las calles, empapeladas. En el andén, las televisiones repiten los spots publicitarios. El subte avanza.
Al escribir 1984, hace más de 70 años, George Orwell logró adelantarse a lo que sucedería años más tarde: los medios de comunicación manejarían discursos, instaurarían verdades, maquillarían mentiras, mostrarían una realidad, su realidad. Pueden generar amor y odio. Y convencer.
Mauricio Macri, con Jaime Durán Barbas como mano derecha, sabe cómo utilizarlos. Empapela la ciudad con tres palabras: “El subte avanza”. En cada estación de subte, esquina, calle, la misma frase. Entonces, la gente empieza a creer: alaba el servicio, toman el discurso.
Imposible no pararse en el andén y, mientras esperás la formación, ver el spot con gente que trabaja, con túneles que se hacen. Es fácil transmitir desde un diario, una televisión o una radio que se están realizando grandes inversiones en el servicio. Los ciudadanos no tienen posibilidad de confirmar eso. Entonces, ese mensaje se convierte en una verdad.
El subte no avanza. Lejos estamos de los 44 kilómetros que prometió Macri en 2007, cuando hacía campaña antes de asumir por primera vez. Me hablarán de la línea H, está bien. Les contestaré que no, que son sólo seis estaciones inauguradas improvisadamente para contentar a las masas. Que las estaciones “Echeverría” y “Juan Manuel de Rosas” de la línea “B”, con las que hace publicidad desde principio de año, todavía son obras en construcción. Que la línea “A” no llegó hasta Nazca y Rivadavia: se anunciaba para octubre de este año. Mientras tanto, los mapas ilustran con un recorrido negro que ambas líneas llegan hasta ahí. Y no: en “Carabobo” y “Los Incas”, tenés que bajar.
Pero lo manejan. Con publicidades nos hacen creer que el subte avanza. Los carteles juegan de telón: detrás de ellos se esconden cientos de deficiencias que nunca sabremos, que no vamos a conocer. Que solo nos llegan cuando el subte se atrasa, cuando viajamos apretados, cuando el servicio es malo.
¿Y los 44 kilómetros? Otro telón, otra forma de llamar a la gente para que lo vote. Otra mentira.
Links de interés
Tres links de interés. Dos soluciones, un ranking. Dos para ubicarte, uno para informarte.
- Un aporte para nuestra sección, "¿Y allá cómo es?. Una página para conocer los mapas de cada subte del mundo, para interiorizarte, para saber de qué se trata. Fácil, sencilla, interesante. Y útil: si viajás, tiene que ser un sitio de cabecera para vos.
- A veces nos la agarramos con Mauricio Macri. Es cierto. Quizás, demasiado. Pero cuando hace algo bien, vamos a destacarselo. Es que el Mapa interactivo de la Ciudad de Buenos Aires, es muy bueno. Es fácil, ágil. Te indica qué tomarte, en qué moverte, dónde bajarte. Un sitio que mató a la "Guia T"
- Me encantan los rankings. Soy un apasionado. No sé quién los hace y tampoco si comparto las condiciones para armarlo. Pero los veo, los leo, me gustan. Y este, es de los diez mejores subtes del mundo. Interesante. ¿Buenos Aires? No, muchachos, no sueñen.
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- A veces nos la agarramos con Mauricio Macri. Es cierto. Quizás, demasiado. Pero cuando hace algo bien, vamos a destacarselo. Es que el Mapa interactivo de la Ciudad de Buenos Aires, es muy bueno. Es fácil, ágil. Te indica qué tomarte, en qué moverte, dónde bajarte. Un sitio que mató a la "Guia T"
- Me encantan los rankings. Soy un apasionado. No sé quién los hace y tampoco si comparto las condiciones para armarlo. Pero los veo, los leo, me gustan. Y este, es de los diez mejores subtes del mundo. Interesante. ¿Buenos Aires? No, muchachos, no sueñen.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Walter Moore: "Hay gente que deja pasar formaciones para quedarse escuchando"
Lunes, cuatro de la tarde. La estación Carlos Pellegrini, llena. Al fondo, música: “Los Beatles”, “Pink Floyd”. Pido permiso, me escurro, llego hasta él. Morocho, de 43 años, Walter Moore entona “Dear Prudence”. Cuando termina, la gente lo aplaude, le dejan plata en su estuche. Y se predispone para hacer la nota.
- ¿Por qué Carlos Pellegrini?
- Porque Metrovías te da a elegir una estación. Ellos te dan una autorización escrita para tocar ahí. Yo elegí esa, debido a la gran cantidad de gente que circula, es una de las mejores.
- ¿Y se paran mucho a escucharte?
- A la mayoría no le queda otra porque esperan el subte. Pero hay muchos otros que dejan pasar muchas formaciones para seguir escuchando canciones que, bien o mal, están hechas con amor. La relación con ellos es óptima: rara vez escucho alguna queja, yo toco con mucho respeto hacia los demás.
- ¿Te coinciderás un artista de subte?
- No. Yo soy un artista que, por determinadas razones, en este momento, trabajo en este lugar. Acá se me permite tocar y circula gran cantidad de gente. Además, a veces, te contratan para casamientos, fiestas y otras cosas.
- ¿Alcanza para vivir con lo que conseguís en el subte?
- El dinero que es relativo a la calidad, al sonido y a la energía puesta en el trabajo que se realiza. A mí, gracias a Dios, me alcanza para vivir dignamente. Sin lujos, pero dignamente.
- ¿Cómo es la relación con el resto de los artistas?
-La relación es buena: hay mucho respeto y todo está bien siempre y cuando sepas ubicarte, cuál es tu lugar y no perjudiques el trabajo del prójimo. Yo nunca tuve problemas con nadie: la calle te enseña a manejarte en situaciones complicadas.
- ¿Cuántas horas tocás por día?
- Nunca más de tres.
- ¿Y el repetorio como lo manejás?
- ¡Jaja! Tengo aproximadamente 80 temas. Es amplio. De todos modos hay canciones que tienen más llegada que otras, entonces las repito varias veces. Pero como siempre es un público nuevo, cada vez que repito algún tema, es como si lo tocara por primera vez.
-Hablamos del subte, ¿pero intentaste en otros medios de transporte?
-Sí. Lo hice en trenes, colectivos. Pero como ando con el amplificador, el pie del micrófono, la batería y la guitarra, se vuelve un poco complicado. Por eso elegí la estación: toco sentado, tranquilo. No me muevo ni tengo que trasladar todo de un lado a otro.
Cuando termina, vuelve a agarrar la guitarra: “Mother”. Una versión hermosa, prolija. Desde lejos, miradas: caras con sorpresa, sonrisas. Él sigue ahí, tocando. Entre tanto apuro, tanta vorágine, Walter alegra más de una tarde.
Acá, dos interpretacioens de Walter:
Mother - Pink Floyd
Dear Prudence - The Beatles
jueves, 10 de noviembre de 2011
¿Y allá cómo es?: Dubai
No podemos esperar menos de una de las ciudades más occidentalizadas de medio oriente. El desierto descansa cerca, el calor agobia en verano: la temperatura promedia los 45 grados. Pero en el subte, gracias al aire acondicionado, no se siente. En Dubai, Emiratos Árabes, el dinero abunda. El petróleo es el generador. Hoteles lujosos y autos carísimos conviven en una ciudad que, de a poco, se convierte en un interesante destino turístico.
El metro es nuevo: se inauguró en septiembre de 2009, a las 9 de la noche, con 9 minutos y 9 segundos. Es, además, la primera línea de subterráneos de la península arábica. Es chico: tiene dos líneas concluidas (la segunda, la verde, inaugurada el 9 de noviembre del 2011) y tres planeadas. Y es corto: por ahora recorre solo 22 kilómetros. Sin embargo, lo que se destaca de este servicio es, como en toda la ciudad, el lujo. 1.200.000 pasajeros al día y 355 millones al año disfrutan de las comodidades.
Las comodidades, varias: de por sí, no necesita choferes para operar, anda sólo. Las estaciones, hermosas, limpias, cuidadas. Modernas: sus diseños están inspirados en los cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego. Los vagones, cohetes. Además de agarrar velocidades altísimas, tienen una estética muy llamativa, muy atractiva. El azul predomina. Los asientos son sillones, sillas de escritorio. Tiene, también, comandantes de abordo, gente a disposición del viajante. Hay 87 trenes. Cada uno se divide en tres clases: primera clase (oro), una reservada para mujeres y niños y, por último, clase plata.
La obsesión de los millonarios que viven en Dubai de transformarla en la nueva metrópoli mundial está claro. Lentamente la están construyendo. Para que el fútbol crezca, llevaron a Diego Maradona. Para que los turistas vengan, además de tener el único hotel siete estrellas del mundo, armaron un subte futurista. Será cuestión de acercarse. Quizás, en unos años, estemos hablando de una nueva ciudad modelo.
El metro es nuevo: se inauguró en septiembre de 2009, a las 9 de la noche, con 9 minutos y 9 segundos. Es, además, la primera línea de subterráneos de la península arábica. Es chico: tiene dos líneas concluidas (la segunda, la verde, inaugurada el 9 de noviembre del 2011) y tres planeadas. Y es corto: por ahora recorre solo 22 kilómetros. Sin embargo, lo que se destaca de este servicio es, como en toda la ciudad, el lujo. 1.200.000 pasajeros al día y 355 millones al año disfrutan de las comodidades.
Las comodidades, varias: de por sí, no necesita choferes para operar, anda sólo. Las estaciones, hermosas, limpias, cuidadas. Modernas: sus diseños están inspirados en los cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego. Los vagones, cohetes. Además de agarrar velocidades altísimas, tienen una estética muy llamativa, muy atractiva. El azul predomina. Los asientos son sillones, sillas de escritorio. Tiene, también, comandantes de abordo, gente a disposición del viajante. Hay 87 trenes. Cada uno se divide en tres clases: primera clase (oro), una reservada para mujeres y niños y, por último, clase plata.
La obsesión de los millonarios que viven en Dubai de transformarla en la nueva metrópoli mundial está claro. Lentamente la están construyendo. Para que el fútbol crezca, llevaron a Diego Maradona. Para que los turistas vengan, además de tener el único hotel siete estrellas del mundo, armaron un subte futurista. Será cuestión de acercarse. Quizás, en unos años, estemos hablando de una nueva ciudad modelo.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
La necesidad de inversión en subte
Buenos Aires es una ciudad grande y transitada. Es una de las metrópolis más importantes del continente. Siete millones de personas trabajan en ella. De ellas, cuatro viven. Además, durante 2010, diez millones de turistas visitaron la capital argentina.
Sin embargo el subte no está a la altura de tamaña ciudad. En ningún sentido. De entrada, la poca cantidad de líneas: seis. Y pocas estaciones: 78. Números bajos para el millón de usuarios que tiene por día Encima, la concentración. La mitad de las líneas terminan en Plaza de Mayo. Recién con la inauguración de la H se llegó a nuevos sectores de la ciudad. Las otras pasan por barrios de clases media y alta: Palermo, Villa Crespo, Belgrano.
Buenos Aires necesita una inversión en subtes. Necesita generar nuevas líneas, nuevos recorridos. Agregar más estaciones, más formaciones, más servicio. Según la ley 670 de la CABA, hacia el 2015, año en que finaliza el gobierno de Mauricio Macri, la ciudad debería tener nueve líneas, es decir, tres más que ahora. La “F” que iría de Plaza Italia a Constitución, la “G”, Cid Campeador- Retiro y la “I” recorrería de Directorio a Plaza Italia. Además, la línea “B” llegará hasta José Manuel de Rosas, en Villa Urquiza, la “A” hasta Nazca y Rivadavia y las “E” y “H” culminarán en Retiro.
La obligación, también, de contar con un servicio que concluya más tarde. Actualmente, a las 11 de la noche no pasan más subtes. Si no lo agarraste, fuiste. A esa hora, los colectivos bajan sus frecuencias. Entonces, las complicaciones son dobles. A mi entender es preciso que finalicen entrada la madrugada. Darle la posibildad a la gente de regresar de sus actividades en el medio de transporte más rápido. Los viernes y sábados, más: el horario del subte de Buenos Aires no es acorde al movimiento nocturno de la ciudad.
Pienso en Paris, Nueva York, Londres, Madrid. Pienso en capitales y veo al subte como la primera opción de transporte. Es que a Buenos Aires le falta eso, un buen servicio debajo de la tierra. Es que nada es más rápido, más efectivo: no hay tránsito. Hasta, si querés, le cambiás el humor a la gente. Los tenés más tranquilos, menos estresados.
La situación económica del país ayuda. Para pensar en los trabajadores, hay que analizar sus vías para ir a trabajar. Y para eso, para facilitarles la tarea, es necesario subtes. Además, sobre la tierra, el tránsito bajaría: los colectivos irían más vacios, las calles más circulables. El auto será más innecesario: se contaminará menos, también.
Es el momento de crecer, de arriesgar. De apostar. Es el momento de tener subtes a la altura de la ciudad.
Sin embargo el subte no está a la altura de tamaña ciudad. En ningún sentido. De entrada, la poca cantidad de líneas: seis. Y pocas estaciones: 78. Números bajos para el millón de usuarios que tiene por día Encima, la concentración. La mitad de las líneas terminan en Plaza de Mayo. Recién con la inauguración de la H se llegó a nuevos sectores de la ciudad. Las otras pasan por barrios de clases media y alta: Palermo, Villa Crespo, Belgrano.
Buenos Aires necesita una inversión en subtes. Necesita generar nuevas líneas, nuevos recorridos. Agregar más estaciones, más formaciones, más servicio. Según la ley 670 de la CABA, hacia el 2015, año en que finaliza el gobierno de Mauricio Macri, la ciudad debería tener nueve líneas, es decir, tres más que ahora. La “F” que iría de Plaza Italia a Constitución, la “G”, Cid Campeador- Retiro y la “I” recorrería de Directorio a Plaza Italia. Además, la línea “B” llegará hasta José Manuel de Rosas, en Villa Urquiza, la “A” hasta Nazca y Rivadavia y las “E” y “H” culminarán en Retiro.
La obligación, también, de contar con un servicio que concluya más tarde. Actualmente, a las 11 de la noche no pasan más subtes. Si no lo agarraste, fuiste. A esa hora, los colectivos bajan sus frecuencias. Entonces, las complicaciones son dobles. A mi entender es preciso que finalicen entrada la madrugada. Darle la posibildad a la gente de regresar de sus actividades en el medio de transporte más rápido. Los viernes y sábados, más: el horario del subte de Buenos Aires no es acorde al movimiento nocturno de la ciudad.
Pienso en Paris, Nueva York, Londres, Madrid. Pienso en capitales y veo al subte como la primera opción de transporte. Es que a Buenos Aires le falta eso, un buen servicio debajo de la tierra. Es que nada es más rápido, más efectivo: no hay tránsito. Hasta, si querés, le cambiás el humor a la gente. Los tenés más tranquilos, menos estresados.
La situación económica del país ayuda. Para pensar en los trabajadores, hay que analizar sus vías para ir a trabajar. Y para eso, para facilitarles la tarea, es necesario subtes. Además, sobre la tierra, el tránsito bajaría: los colectivos irían más vacios, las calles más circulables. El auto será más innecesario: se contaminará menos, también.
Es el momento de crecer, de arriesgar. De apostar. Es el momento de tener subtes a la altura de la ciudad.
¿Y allá cómo es?: Londres
Algunos la coincidieran una de las nuevas capitales del mundo. Nueva no por edad, sí por crecimiento. Una ciudad con una diversidad cultural inmensa, cines, teatros, museos: los años de colonizaciones inglesas botines artísticos históricos. Y Londres aloja mucho de eso.
Pensada como una ciudad turística, Londres tiene un gran metro. Allá lo llaman “Underground” o “The Tube”, por la forma de sus túneles, y su logo, uno de los más famosos del mundo. Es que lleva tiempo en la capital inglesa: desde 1860, fue el primero en el mundo, funciona debajo de la tierra, y en 1880, con Inglaterra a la vanguardia de la economía mundial, 40 millones de pasajeros utilizaban el metro por año. Hoy funciona desde las cinco de la mañana hasta las doce de la noche. Tiene 12 líneas y 270 estaciones. 400 km de longitud y 4.25 millones de viajantes por día y más de mil millones al año, siendo uno de los pocos servicios que pasan la barrera de los mil millones.
El subte londinense es la mejor opción para moverse en la ciudad. Tiene una frecuencia más que buena: cada tres minutos y veinte segundos pasa una formación. Las doce líneas están identificadas con colores: se distinguen según la dirección en Eastbound, Westbound, Northbound or Southbound. Hay que prestar atención, también, a donde finaliza cada servicio, no todos lo hacen al final de la línea.
El respeto es una característica del inglés. La puntualidad, también. Por eso se les da prioridad a quienes vienen a paso veloz. En las escaleras mecánicas, los que no suben rápido, dejan el carril izquierdo para los apurados. Y no hay que obstruir los pasillos.
El precio varía según el recorrido, la distancia. El promedio es cinco libras. El inglés es respetuoso: a pesar de ser correcto, ayuda al turista, a quién requiere ayuda. Londres es una ciudad fabulosa. Y el subte la ayuda a cargar con ese adjetivo. Para terminar, “Mind the gap”: cuidado entre el andén y el tren.
Pensada como una ciudad turística, Londres tiene un gran metro. Allá lo llaman “Underground” o “The Tube”, por la forma de sus túneles, y su logo, uno de los más famosos del mundo. Es que lleva tiempo en la capital inglesa: desde 1860, fue el primero en el mundo, funciona debajo de la tierra, y en 1880, con Inglaterra a la vanguardia de la economía mundial, 40 millones de pasajeros utilizaban el metro por año. Hoy funciona desde las cinco de la mañana hasta las doce de la noche. Tiene 12 líneas y 270 estaciones. 400 km de longitud y 4.25 millones de viajantes por día y más de mil millones al año, siendo uno de los pocos servicios que pasan la barrera de los mil millones.
El subte londinense es la mejor opción para moverse en la ciudad. Tiene una frecuencia más que buena: cada tres minutos y veinte segundos pasa una formación. Las doce líneas están identificadas con colores: se distinguen según la dirección en Eastbound, Westbound, Northbound or Southbound. Hay que prestar atención, también, a donde finaliza cada servicio, no todos lo hacen al final de la línea.
El respeto es una característica del inglés. La puntualidad, también. Por eso se les da prioridad a quienes vienen a paso veloz. En las escaleras mecánicas, los que no suben rápido, dejan el carril izquierdo para los apurados. Y no hay que obstruir los pasillos.
El precio varía según el recorrido, la distancia. El promedio es cinco libras. El inglés es respetuoso: a pesar de ser correcto, ayuda al turista, a quién requiere ayuda. Londres es una ciudad fabulosa. Y el subte la ayuda a cargar con ese adjetivo. Para terminar, “Mind the gap”: cuidado entre el andén y el tren.
martes, 8 de noviembre de 2011
Avisan, nunca piensan
Mauricio Macri avisó: “Sin subsidios el boleto de subte nos da 3,30 ó 3,40. Ese es el valor del equilibrio que nos da a nosotros”. Hace una semana Cristina Fernandez anunció que quitará algunos subsidios. El transporte público es uno de los afectados: el pasaje más barato de colectivo pasaría a salir $4.
Y avisan. Nosotros, en la parada, miramos como pasan los trenes, los subtes. Como vuelan palos. Porque ellos avisan. Pero no piensan.
La puja política esta clarísima: el gobierno nacional logró perpetuarse cuatro años más en el gobierno y, así, tiene la banca necesaria para aplicar medidas de ajuste, de control. Por otro lado, con la postura de quitarle los subsidios a los medios de transporte, busca, además, dejar en evidencia la poca inversión del gobierno de la ciudad en esta materia. Y en todas.
Es que Macri siempre habló de “gestión”. Y en su modelo de “gestión” sólo algunos encuentran lugar. En este caso, quienes no pueden acceder a los nuevos precios de los boletos se quedarán afuera: deberán buscar otra opción para llegar a su trabajo, para cumplir sus obligaciones.
Es que al final, en las peleas políticas, los perjudicados somos nosotros. ¿Culpables de esta situación? Ambos. Uno con su decisión golpea el bolsillo de las clases que dice defender, las trabajadoras. Es que se hace difícil sostener el discurso de “la falta de dinero” cuando se gasta más de 700 millones de pesos en fútbol. Cristina: antes de gastar en fútbol, tenés que cerrar muchos baches que tenés abiertos. Y con esto, abrís varios más.
Mauri, por su parte, no me sorprende. El tipo es así, está claro. No piensa en los trabajadores. Piensa en los suyos, los empresarios. Y no va a gastar un peso en generar facilidades para quienes sostienen el sistema. Entonces le devuelve la pelota al Estado. Antes, se atajó: “No tenemos tanto dinero para eso”. Andá, Mauri. No te la creo. En tu campaña te la pasaste diciendo de la cantidad de guita que puede generar Buenos Aires. ¿Y? ¿Dónde está la plata? Ah, había que traer panes de pasto para Puerto Madero. Okey, Mau, perdón.
Para concluir, si el precio cambia, ir y volver del trabajo en subte costaría $6.50. En estos días, con esa plata, voy y vuelvo tres días seguidos. ¿Multiplicarán los sueldos por tres? No creo. Total ellos tienen sus autos.
Y avisan. Nosotros, en la parada, miramos como pasan los trenes, los subtes. Como vuelan palos. Porque ellos avisan. Pero no piensan.
La puja política esta clarísima: el gobierno nacional logró perpetuarse cuatro años más en el gobierno y, así, tiene la banca necesaria para aplicar medidas de ajuste, de control. Por otro lado, con la postura de quitarle los subsidios a los medios de transporte, busca, además, dejar en evidencia la poca inversión del gobierno de la ciudad en esta materia. Y en todas.
Es que Macri siempre habló de “gestión”. Y en su modelo de “gestión” sólo algunos encuentran lugar. En este caso, quienes no pueden acceder a los nuevos precios de los boletos se quedarán afuera: deberán buscar otra opción para llegar a su trabajo, para cumplir sus obligaciones.
Es que al final, en las peleas políticas, los perjudicados somos nosotros. ¿Culpables de esta situación? Ambos. Uno con su decisión golpea el bolsillo de las clases que dice defender, las trabajadoras. Es que se hace difícil sostener el discurso de “la falta de dinero” cuando se gasta más de 700 millones de pesos en fútbol. Cristina: antes de gastar en fútbol, tenés que cerrar muchos baches que tenés abiertos. Y con esto, abrís varios más.
Mauri, por su parte, no me sorprende. El tipo es así, está claro. No piensa en los trabajadores. Piensa en los suyos, los empresarios. Y no va a gastar un peso en generar facilidades para quienes sostienen el sistema. Entonces le devuelve la pelota al Estado. Antes, se atajó: “No tenemos tanto dinero para eso”. Andá, Mauri. No te la creo. En tu campaña te la pasaste diciendo de la cantidad de guita que puede generar Buenos Aires. ¿Y? ¿Dónde está la plata? Ah, había que traer panes de pasto para Puerto Madero. Okey, Mau, perdón.
Para concluir, si el precio cambia, ir y volver del trabajo en subte costaría $6.50. En estos días, con esa plata, voy y vuelvo tres días seguidos. ¿Multiplicarán los sueldos por tres? No creo. Total ellos tienen sus autos.
"Pollo" Sobrero, de la carcel a la fama
Ser excarcelado lo catapultó a la fama: su foto con el pelo largo, rubio, digno de un metalero, apareció en todos los diarios, en todos los noticieros. Es que hace una semana, Rubén “Pollo” Sobrero fue liberado: lo habían acusado de “asociación ilícita” tras de la quema de trenes en el Ferrocarril Sarmiento, el 2 de mayo de este año. El juez Juan Manuel Yalj, lo excarceló.
Pero, ¿quién es el “Pollo” Sobrero?
Nació hace 50 años en Haedo, provincia de Buenos Aires. Tiempo después comenzó a forjar su carácter sindicalista. La fábrica de Siam- Di Tella, en San Justo, fue el lugar. Ahí ingresó en 1978, plena dictadura. Cuatro año más tarde, lo dejó. Después, pasó a Entel. Allí fue delegado telefónico de la Oficina de Clínicas de Telecom. Desde esa época en adelante, Sobrero militó en agrupaciones trotkistas.
En 1995 dio el salto: ingresó en TBA y, desde entonces, encabeza la lista “La Bordó”. ¿Qué es “La Bordó”?, la agrupación que se opone a Unión Ferroviaria, el grupo sindicalista liderado por José Pedraza que responde al gobierno. La bandera que levanta, clara: “sindicato para los trabajadores y un ferrocarril para el pueblo”.
Y desde ahí, problemas, acusaciones: a Sobrero le abrieron 17 procesos judiciales por “defender a sus compañeros”. En dos no hubo pruebas. Es que, desde que “La Bordó” es elegida continuamente, desde 2001, los sueldos pasaron a ser de los más bajos a los más altos para los trabajadores.
La actividad sindical trae enemigos. Y de los pesados: los cruces con Aníbal Fernández comenzaron hace tiempo, en 2004. Geroge Bush llegaba a Mar del Plata para asistir a la “Cumbre de las Américas”, para firmar el ALCA. En constitución, pasajeros destruían trenes: reclamaban por el mal servicio. El actual Jefe de Gabinete acusó al sindicalista de generar la manifestación, el agite. Sobrero, lejos del lugar de los hechos: estaba en Mar del Plata manifestando, sí; pero contra Bush. Nunca se probó su responsabilidad por los hechos. Aníbal no descansó hasta agarrarlo: otra furia de pasajeros, otra quema de trenes. Esta vez en su lugar, Haedo. Fernández lo volvió a acusar. Pero no, no hubo pruebas. Ésta fue su última carta. Fracasó. “Hace tres años que me quiere meter preso”, declaró Sobrero a La Nación el 5 de octubre.
Quiso bajar sus políticas al pueblo: se postuló en varias ocasiones como diputado y en 2007 como vicepresidente por la Izquierda Socialista. Su partido lo banca: se movilizó para pedir su excarcelación. Y lo consiguió. Cuando lo liberaron, Sobrero salió acorde a su look, como un rockstar. Saludó, festejó y, como buen frontman de cualquier banda rockera, no se midió para declarar: "Estamos planteando que hay un problema muy grave con el jefe de Gabinete. Hace tres años que nos viene persiguiendo. No se banca que denunciemos a los sindicalistas y funcionarios corruptos. Banca eso y nos ataca”.
Pasa el tiempo y sigue deambulando, desfilando. Es que Sobrero se transformó en un héroe de los partidos de izquierda.
Pollo Sobrero on PhotoPeach
Pero, ¿quién es el “Pollo” Sobrero?
Nació hace 50 años en Haedo, provincia de Buenos Aires. Tiempo después comenzó a forjar su carácter sindicalista. La fábrica de Siam- Di Tella, en San Justo, fue el lugar. Ahí ingresó en 1978, plena dictadura. Cuatro año más tarde, lo dejó. Después, pasó a Entel. Allí fue delegado telefónico de la Oficina de Clínicas de Telecom. Desde esa época en adelante, Sobrero militó en agrupaciones trotkistas.
En 1995 dio el salto: ingresó en TBA y, desde entonces, encabeza la lista “La Bordó”. ¿Qué es “La Bordó”?, la agrupación que se opone a Unión Ferroviaria, el grupo sindicalista liderado por José Pedraza que responde al gobierno. La bandera que levanta, clara: “sindicato para los trabajadores y un ferrocarril para el pueblo”.
Y desde ahí, problemas, acusaciones: a Sobrero le abrieron 17 procesos judiciales por “defender a sus compañeros”. En dos no hubo pruebas. Es que, desde que “La Bordó” es elegida continuamente, desde 2001, los sueldos pasaron a ser de los más bajos a los más altos para los trabajadores.
La actividad sindical trae enemigos. Y de los pesados: los cruces con Aníbal Fernández comenzaron hace tiempo, en 2004. Geroge Bush llegaba a Mar del Plata para asistir a la “Cumbre de las Américas”, para firmar el ALCA. En constitución, pasajeros destruían trenes: reclamaban por el mal servicio. El actual Jefe de Gabinete acusó al sindicalista de generar la manifestación, el agite. Sobrero, lejos del lugar de los hechos: estaba en Mar del Plata manifestando, sí; pero contra Bush. Nunca se probó su responsabilidad por los hechos. Aníbal no descansó hasta agarrarlo: otra furia de pasajeros, otra quema de trenes. Esta vez en su lugar, Haedo. Fernández lo volvió a acusar. Pero no, no hubo pruebas. Ésta fue su última carta. Fracasó. “Hace tres años que me quiere meter preso”, declaró Sobrero a La Nación el 5 de octubre.
Quiso bajar sus políticas al pueblo: se postuló en varias ocasiones como diputado y en 2007 como vicepresidente por la Izquierda Socialista. Su partido lo banca: se movilizó para pedir su excarcelación. Y lo consiguió. Cuando lo liberaron, Sobrero salió acorde a su look, como un rockstar. Saludó, festejó y, como buen frontman de cualquier banda rockera, no se midió para declarar: "Estamos planteando que hay un problema muy grave con el jefe de Gabinete. Hace tres años que nos viene persiguiendo. No se banca que denunciemos a los sindicalistas y funcionarios corruptos. Banca eso y nos ataca”.
Pasa el tiempo y sigue deambulando, desfilando. Es que Sobrero se transformó en un héroe de los partidos de izquierda.
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viernes, 4 de noviembre de 2011
Facebook, el lugar donde caen los reclamos contra el subte
Facebook es una red social alucinante. Llegó para revolucionar, para cambiarle la vida a más de uno. Llegó, también, para hacer el trabajo que hacía Dios: criarlos y juntarlos. Para unirlos y conectarlos. Para unir los gritos en un solo grito, los reclamos en un reclamo madre.
Y allí están los grupos. Algunos perdidos, otros encontrados. Cada uno con su postura, su bandera. “Basta de los paros en el subte”, titula uno. Administrado por Damián Domé y Julián Domé, el mismo cuenta con 44 miembros. La ideología es clara: “Ganan más de $4000 por 6 horas de trabajo haciendo NADA. Interrumpen ilegalmente un servicio público por sus intereses personales. Perjudican a más de un millón de usuarios. Son patoteros, mafiosos y vagos. Basta de dejarnos maltratar. El subte es de TODOS”.
Adentro del grupo comunican a la gente, informan lo que sucederá. Y tienen un modo muy particular para hacerlo: “CONFIRMADO: El próximo martes 10 de Noviembre, los empleados del subte vuelven a impedir ilegalmente que usemos el servicio”. Sus miembros aportan a la causa: “Acabo de conocer este grupo y a su creador lo felicito. (…)Gracias por este espacio, para poder criticar a todas las lacras Solo te corrijo una cosa, me tiraron el dato de que Segovia no gana 4 mil, si no 8 mil”, agrega Jose Sherman.
Con 16.000 miembros y encabezados por Hernán Sananes, este grupo lucha “Por un subte las 24 horas”. Reclaman algo básico y lógico: “Que la ultima formación de cada cabecera correspondiente a cada línea salga de esa cabecera entre las 00:30 y la 01:30.
También pedimos que los días Sábados y vísperas de feriados el Subterráneo funcione de corrido durante toda la noche”.
Utilizan como ejemplo los servicios del primer mundo, donde, en algunos lugares, las formaciones duran toda la noche. Quieren juntar firmas, empezar de abajo. Y se atajan: “No somos un partido político, no respondemos a ningún político. No somos de un sindicato. No queremos perjudicar a los trabajadores del subte ni a los conductores de colectivos. Solo queremos la ampliación horaria de este servicio”.
Los indignados y los levantamientos de Egipto e Inglaterra demostraron el papel que las redes sociales juegan en las manifestaciones del siglo XXI. Si bien los trabajadores del subte contínuan haciendo sus manifestaciones y el servicio aún finaliza a las 22.30, quizás, sea el principio de algo. O, tal vez, las voces de Facebook canalicen hacia algún lugar más próspero.
Y allí están los grupos. Algunos perdidos, otros encontrados. Cada uno con su postura, su bandera. “Basta de los paros en el subte”, titula uno. Administrado por Damián Domé y Julián Domé, el mismo cuenta con 44 miembros. La ideología es clara: “Ganan más de $4000 por 6 horas de trabajo haciendo NADA. Interrumpen ilegalmente un servicio público por sus intereses personales. Perjudican a más de un millón de usuarios. Son patoteros, mafiosos y vagos. Basta de dejarnos maltratar. El subte es de TODOS”.
Adentro del grupo comunican a la gente, informan lo que sucederá. Y tienen un modo muy particular para hacerlo: “CONFIRMADO: El próximo martes 10 de Noviembre, los empleados del subte vuelven a impedir ilegalmente que usemos el servicio”. Sus miembros aportan a la causa: “Acabo de conocer este grupo y a su creador lo felicito. (…)Gracias por este espacio, para poder criticar a todas las lacras Solo te corrijo una cosa, me tiraron el dato de que Segovia no gana 4 mil, si no 8 mil”, agrega Jose Sherman.
Con 16.000 miembros y encabezados por Hernán Sananes, este grupo lucha “Por un subte las 24 horas”. Reclaman algo básico y lógico: “Que la ultima formación de cada cabecera correspondiente a cada línea salga de esa cabecera entre las 00:30 y la 01:30.
También pedimos que los días Sábados y vísperas de feriados el Subterráneo funcione de corrido durante toda la noche”.
Utilizan como ejemplo los servicios del primer mundo, donde, en algunos lugares, las formaciones duran toda la noche. Quieren juntar firmas, empezar de abajo. Y se atajan: “No somos un partido político, no respondemos a ningún político. No somos de un sindicato. No queremos perjudicar a los trabajadores del subte ni a los conductores de colectivos. Solo queremos la ampliación horaria de este servicio”.
Los indignados y los levantamientos de Egipto e Inglaterra demostraron el papel que las redes sociales juegan en las manifestaciones del siglo XXI. Si bien los trabajadores del subte contínuan haciendo sus manifestaciones y el servicio aún finaliza a las 22.30, quizás, sea el principio de algo. O, tal vez, las voces de Facebook canalicen hacia algún lugar más próspero.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Retiro, el camping en la ciudad.
Y durante una semana Retiro se transformó en camping: carpas, bolsas de dormir, guitarras, olores. La metodología del camping era en fila. Durante una semana la gente dejó sus casas, sus camas, sus colchones y transformó a la estación de trenes en un gran campamento.
Es que el verano está cerca y un pasaje a Tucumán en tren, del bolsillo, también. El 26 de diciembre, la fecha vedette: desde el sábado la gente comenzó la espera para quedarse con alguno de los 500 lugares. Es que los precios son muy accesibles, varían entre los 45 y 200 pesos. El micro, 600 pesos. Familias enteras, grupos de amigos conviven en Retiro. Guitarreadas, mates y hasta carreras de bolsas de dormir. Los trabajadores de “Ferrocentral”, los grandes ausentes en este camping. Los baños recién se abrieron el lunes.
Es que el verano está cerca y un pasaje a Tucumán en tren, del bolsillo, también. El 26 de diciembre, la fecha vedette: desde el sábado la gente comenzó la espera para quedarse con alguno de los 500 lugares. Es que los precios son muy accesibles, varían entre los 45 y 200 pesos. El micro, 600 pesos. Familias enteras, grupos de amigos conviven en Retiro. Guitarreadas, mates y hasta carreras de bolsas de dormir. Los trabajadores de “Ferrocentral”, los grandes ausentes en este camping. Los baños recién se abrieron el lunes.
Es que se venden por fecha: cada día, tienen sus propias jornada de venta. Por eso, también, la gente se acumula. Y la empresa no hace nada para modificarlo, para cambiarlo: no modifica el sistema de venta. Reparten algunos números, preguntan muy por arriba qué pasaje van a sacar. Nadie piensa en la posibilidad de adelantar fechas, nadie se pone en el lugar de los viajantes.
La situación atrajo cámaras y las cámaras, como siempre, al Estado: funcionarios fueron a la fila. Pidieron datos, números de teléfono y consultaron en qué día preferían viajar. Aseguraron que “los llamarían con novedades” y que “los precios no van a variar, podés viajar en micro a costo de tren: la secretaria de transporte los costearía”. Algunos juraron por sus hijos que conseguirían los pasajes. Pero, a cambio, pidieron que “la gente se vaya”. Algunos lo hicieron. La mayoría desconfió.
Los que se fueron, al día siguiente, volvieron.
A partir de ahí, del Estado, nada. De la empresa, menos. La gente llega, se acomoda. Los que quieren adelantarse en la fila, no pueden: reciben insultos, gritos y automáticamente vuelven hacia atrás.
Y allí estuve. Acampé, intenté dormir. No pude. Después de cuatro noches rotando con mis amigos, recién hoy conseguí mi boleto: tuve que postergar una semana el viaje por falta de disponibilidad. Es que el tren sale cada cuatro días. Y hay una sola formación.
Esto es como cuando caen las fichas de dominó. El año que viene la gente irá con una semana de anticipación. Se siembra miedo, desesperación. Nadie hace nada para solucionarlo. Algunos pidieron días de vacaciones para ahorrar plata y, a cambio, no consiguieron la posibilidad de pasar año nuevo con sus familiares en el norte. Otros, simplemente quieren ahorrar plata. Pero, como siempre, hasta que el sistema no colapsa, nadie previene…
jueves, 13 de octubre de 2011
¿Y allá cómo es?: Paris
Oh la la, Oh L’amour. Glamour, moda, historia, cultura. Una metrópoli que es vanguardia en cientos de aspectos. Para muchos, la capital cultural del mundo. Para otros más fundamentalistas, la capital del mundo, la ciudad más linda del mundo. Es que Paris es mágica. En cada esquina, un palacio. Donde miras, historia. Museos, monumentos. Y un subte que deja bastante que desear.
19 de julio de 1900, cinco días después del día de la revolución, se inauguró el metro. Los juegos olímpicos de ese año, la excusa. En ese entonces, dos líneas: la “2” y la “6”. Hoy, 111 años más tarde, 16 líneas distintas le dan la vuelta a la capital francesa. 300 estaciones y más de 4.500.000 de pasajeros por día.
Hay varias formas de medir el nivel del servicio del subte. La extensión y su recorrido es una. En ese indicador, Paris está muy bien: permite llegar a todos los lugares turísticos, a todos los puntos de la grandísima ciudad. Si analizamos el nivel de frecuencia, también. Al igual que Barcelona, te marca el tiempo restante para que llegue la formación siguiente a la estación. Como Seul, en algunas paradas, hay acrílicos para que la gente no pueda acceder a los vagones. Como en la mayoría de los subtes que vimos antes, las conexiones se realizan en casi todas las paradas. Hasta ahí, glamour.
Pero es sucio. Las estaciones están viejas, descuidadas, abandonadas. A excepción de las líneas 13 y 14, ninguna otra sufrió alguna remodelación desde 1987. Los cestos de basura hacen el mismo papel que la “Gioconda” en el Louvre.
Los vagones, lejos de la belleza de la ciudad. Afuera a los palacios los mantienen, los remodelan. A los vagones, no. Y adentro es un desmadre. La gente escucha música fuerte, se pelea, se grita. Podes encontrarte con animales: perros, gatos. Suele haber asientos vacíos, eso sí. Pero no es muy agradable.
El boleto, 1.50 euros. Por eso los tipos se colan: al no haber molinetes, si no, una puerta que se abre sola cuando pones el ticket, se meten atrás tuyo con tu boleto. No podes decirles nada, lo hacen todos, todo el tiempo. Además no te entienden: el mito es cierto, solo hablan francés.
De todas formas, es un medio de transporte. Y cumple con su función primordial: te acerca a todos lados. No vale la pena perderse de Paris porque el subte está sucio, no?
19 de julio de 1900, cinco días después del día de la revolución, se inauguró el metro. Los juegos olímpicos de ese año, la excusa. En ese entonces, dos líneas: la “2” y la “6”. Hoy, 111 años más tarde, 16 líneas distintas le dan la vuelta a la capital francesa. 300 estaciones y más de 4.500.000 de pasajeros por día.
Hay varias formas de medir el nivel del servicio del subte. La extensión y su recorrido es una. En ese indicador, Paris está muy bien: permite llegar a todos los lugares turísticos, a todos los puntos de la grandísima ciudad. Si analizamos el nivel de frecuencia, también. Al igual que Barcelona, te marca el tiempo restante para que llegue la formación siguiente a la estación. Como Seul, en algunas paradas, hay acrílicos para que la gente no pueda acceder a los vagones. Como en la mayoría de los subtes que vimos antes, las conexiones se realizan en casi todas las paradas. Hasta ahí, glamour.
Pero es sucio. Las estaciones están viejas, descuidadas, abandonadas. A excepción de las líneas 13 y 14, ninguna otra sufrió alguna remodelación desde 1987. Los cestos de basura hacen el mismo papel que la “Gioconda” en el Louvre.
Los vagones, lejos de la belleza de la ciudad. Afuera a los palacios los mantienen, los remodelan. A los vagones, no. Y adentro es un desmadre. La gente escucha música fuerte, se pelea, se grita. Podes encontrarte con animales: perros, gatos. Suele haber asientos vacíos, eso sí. Pero no es muy agradable.
El boleto, 1.50 euros. Por eso los tipos se colan: al no haber molinetes, si no, una puerta que se abre sola cuando pones el ticket, se meten atrás tuyo con tu boleto. No podes decirles nada, lo hacen todos, todo el tiempo. Además no te entienden: el mito es cierto, solo hablan francés.
De todas formas, es un medio de transporte. Y cumple con su función primordial: te acerca a todos lados. No vale la pena perderse de Paris porque el subte está sucio, no?
Rebaño, ¡a combinar!
Para hacer una crónica, los manuales dicen que tiene que tener una razón para ser escrita. Que tienen que contar un hecho distinto, anormal. Cuando hacés algo todos los días, se convierte en rutina. Y las rutinas de anormales tienen poco. Pero combinar las líneas “D” y “C” en hora pico hace de tu rutina, una odisea. Es que este recorrido deja todos los días una historia.
Lunes, 18.15 horas. Estación “Tribunales”, línea “D”. Ya estoy apretado, fastidiado. En mis auriculares, Silvio Rodríguez. Y me cansa: es el tercer tema seguido. Ni siquiera puedo meterme la mano en el bolsillo para sacar el celular y cambiar la canción, la gente no me da lugar. Y si me muevo, me miran mal. Uf.
“9 de Julio”, me toca bajar y combinar: la travesía recién empieza. Se abren las puertas y la primera avalancha: todos descienden, se empujan, se chocan, se gritan. Mamás con bebés en brazos, ciegos, ancianos; se llevan a todos por delante por igual, no hay discriminación.
Fuera de la formación, otra marea. En un pasillo angosto, cientos de cuerpos avanzan, caminan hacia adelante en una sola dirección: la estación “Diagonal Norte”. Aunque la veo todos los días, no deja de llamar mi atención: todos están bien vestidos, recién salidos de trabajar. Y empiezo a pensar, a volar. Pienso que el sistema los obliga, los viste, los formatea, los moldea. Y los transforma en rebaño: vestidos todos igual, hacen todos lo mismo; levantarse, desayunar, ir a trabajar, trabajar, volver, comer, dormir. ¿Todo para qué? Para tener un auto, una casa, un celular, una esposa…
Tropiezo con alguien. Vuelvo a tierra. Adelante mío, un señor excedido de peso. El calor, insoportable. Y el tipo transpira mucho. Imposible no chocarlo, imposible no mojarme. Mi palma derecha se apoya en su espalda, busca distancia. Se transforma en una laguna.
Cabezas, muchas cabezas. Auriculares, mochilas, bolsos. “La Razón a voluntad”, se escucha. Un comerciante vende carpetas. Un quiosco. Me pisan. El camino se hace imposible. El aire es denso y el fastidio, general. Hay gente que intenta ir a la línea “D”. Sí, hay corajudos que tienen que tomar el otro subte. Esos la pasan mal, les cuesta hacerse un lugar.
Llego hasta el final del pasillo y es momento de bajar las escaleras. Me detengo. Abajo una fila larga: es que en el andén esperan que llegue la próxima formación. “Diagonal Norte” es, que yo sepa, la única estación en el mundo dónde hacés una especie de fila salvaje para subirte al vagón. Salvaje porque no se respeta, porque es a la fuerza: el que sube, sube.
Me escurro, busco el último vagón. Entro sobre la chicharra. Meto la panza adentro, no quiero que la puerta me agarre el buzo. Y la primera curva: a la salida de esta parada, hay una curva mortal. El vagón, un samba. ¿Auriculares? No, en ningún momento tuve tiempo ni espacio para volver al mundo musical.
Decir que somos “sardinas en lata” es un cliché. Pero no se me ocurre algo mejor. Estamos realmente apretados. Por los altoparlantes, nos piden que cuidemos nuestros objetos personales: si alguien me puede robar en estas condiciones, yo no lo denuncio, lo felicito.
“Avenida de Mayo”. Faltan dos para “Independencia”, donde bajo. Acá se conecta con la línea “A”, entonces, más gente. Algunos pocos intentan salir, nos empujan, nos corren, nos preguntan si bajamos. No, no bajo, querido: ¿dónde querés que me meta? Viejas y embarazadas paradas, personas a las que el desodorante los abandonó y caras enojadas. Muchas caras enojadas, hoy no, pero siempre hay una pelea, un grito, una puteada.
Mariano Moreno es una estación totalmente intrascendente, su única función es mostrarme que bajo en la siguiente. Nadie desciende, nadie sube. Llega Independencia y empiezo a hacerme lugar: pregunto si alguien baja. Todos asienten. Y comienza el escape. El rebaño vuelve a agachar la cabeza, acomodar sus auriculares y avanzar. Adelante podría haber un arriero, un tipo que los guíe: las ovejas ya pastaron, ahora vuelven al corral. Pero no. Las obligaciones nos hacen caminar, movernos, avanzar. Las necesidades que nos impone el sistema nos impide hacer lo que queremos. La gente debería hacer una re… El sol me pega en la cara. Aire. Al fin, aire. Y, como a las ratas, la luz nos esparce.
Lunes, 18.15 horas. Estación “Tribunales”, línea “D”. Ya estoy apretado, fastidiado. En mis auriculares, Silvio Rodríguez. Y me cansa: es el tercer tema seguido. Ni siquiera puedo meterme la mano en el bolsillo para sacar el celular y cambiar la canción, la gente no me da lugar. Y si me muevo, me miran mal. Uf.
“9 de Julio”, me toca bajar y combinar: la travesía recién empieza. Se abren las puertas y la primera avalancha: todos descienden, se empujan, se chocan, se gritan. Mamás con bebés en brazos, ciegos, ancianos; se llevan a todos por delante por igual, no hay discriminación.
Fuera de la formación, otra marea. En un pasillo angosto, cientos de cuerpos avanzan, caminan hacia adelante en una sola dirección: la estación “Diagonal Norte”. Aunque la veo todos los días, no deja de llamar mi atención: todos están bien vestidos, recién salidos de trabajar. Y empiezo a pensar, a volar. Pienso que el sistema los obliga, los viste, los formatea, los moldea. Y los transforma en rebaño: vestidos todos igual, hacen todos lo mismo; levantarse, desayunar, ir a trabajar, trabajar, volver, comer, dormir. ¿Todo para qué? Para tener un auto, una casa, un celular, una esposa…
Tropiezo con alguien. Vuelvo a tierra. Adelante mío, un señor excedido de peso. El calor, insoportable. Y el tipo transpira mucho. Imposible no chocarlo, imposible no mojarme. Mi palma derecha se apoya en su espalda, busca distancia. Se transforma en una laguna.
Cabezas, muchas cabezas. Auriculares, mochilas, bolsos. “La Razón a voluntad”, se escucha. Un comerciante vende carpetas. Un quiosco. Me pisan. El camino se hace imposible. El aire es denso y el fastidio, general. Hay gente que intenta ir a la línea “D”. Sí, hay corajudos que tienen que tomar el otro subte. Esos la pasan mal, les cuesta hacerse un lugar.
Llego hasta el final del pasillo y es momento de bajar las escaleras. Me detengo. Abajo una fila larga: es que en el andén esperan que llegue la próxima formación. “Diagonal Norte” es, que yo sepa, la única estación en el mundo dónde hacés una especie de fila salvaje para subirte al vagón. Salvaje porque no se respeta, porque es a la fuerza: el que sube, sube.
Me escurro, busco el último vagón. Entro sobre la chicharra. Meto la panza adentro, no quiero que la puerta me agarre el buzo. Y la primera curva: a la salida de esta parada, hay una curva mortal. El vagón, un samba. ¿Auriculares? No, en ningún momento tuve tiempo ni espacio para volver al mundo musical.
Decir que somos “sardinas en lata” es un cliché. Pero no se me ocurre algo mejor. Estamos realmente apretados. Por los altoparlantes, nos piden que cuidemos nuestros objetos personales: si alguien me puede robar en estas condiciones, yo no lo denuncio, lo felicito.
“Avenida de Mayo”. Faltan dos para “Independencia”, donde bajo. Acá se conecta con la línea “A”, entonces, más gente. Algunos pocos intentan salir, nos empujan, nos corren, nos preguntan si bajamos. No, no bajo, querido: ¿dónde querés que me meta? Viejas y embarazadas paradas, personas a las que el desodorante los abandonó y caras enojadas. Muchas caras enojadas, hoy no, pero siempre hay una pelea, un grito, una puteada.
Mariano Moreno es una estación totalmente intrascendente, su única función es mostrarme que bajo en la siguiente. Nadie desciende, nadie sube. Llega Independencia y empiezo a hacerme lugar: pregunto si alguien baja. Todos asienten. Y comienza el escape. El rebaño vuelve a agachar la cabeza, acomodar sus auriculares y avanzar. Adelante podría haber un arriero, un tipo que los guíe: las ovejas ya pastaron, ahora vuelven al corral. Pero no. Las obligaciones nos hacen caminar, movernos, avanzar. Las necesidades que nos impone el sistema nos impide hacer lo que queremos. La gente debería hacer una re… El sol me pega en la cara. Aire. Al fin, aire. Y, como a las ratas, la luz nos esparce.
miércoles, 5 de octubre de 2011
¿Y allá cómo es?: Caracas
Desde la asunción de Hugo Chávez como presidente de Venezuela, el país vive una etapa de transición, de cambios. El “Gobierno Bolivariano” genera controversia. Divide. Lo defienden hasta la muerte o festejan el cáncer que tuvo hace meses. Y en esas modificaciones estructurales que realiza, el subte de Caracas es una de ellas: inauguró dos líneas más.
Pero el subte es más viejo que el gobierno de Chávez. El 2 de enero de 1983, se deslizó por primera vez por los rieles de la capital venezolana. En aquel entonces, una línea, ocho estaciones, 6.7 km. Hoy, cuatro. La empresa “Metro de Caracas S.A”, se declara como “la empresa socialista ejemplar del país”.
Sin embargo, como todo lo que hace el “Gobierno Bolivariano”, el metro también divide. Están quienes lo defienden, quienes agradecen. Quienes se enorgullecen de tener en su ciudad la vía de transporte más rápida y moderna: “Soy caraqueño y me gusta el servicio. Hay fallas, claro. Pero no es para criticar tanto al gobierno: ¡a que nadie dice q el gobierno busca solucion todo los 365 dias del año! Yo disfruto del metro nuevo gracias a mi presidente y su gobierno”, escribió Enyer Carabajal en el facebook del metro.
En el muro también hay de los otros: los que se quejan, los que acusan al gobierno de tarifas caras, de servicio pésimo: retrasos, malas condiciones de viaje. Ismael Flores es une ejemplo: “No se preocupen por el problema del metro: si esperaron 12 años para que Chávez viera o entendiera que había que construir casas, esperen 12 años más para que entienda el caos total que significa el metro de Caracas. Tengan fe.”, comentó.
Es que el servicio colapsa. En hora pico, se hace imposible. Y si bien los vagones son modernos, las estaciones están sucias. Muy sucias. No las cuidan. El gran crecimiento demográfico de la capital Venezolana se ve reflejado en los números: 1.300.000 de pasajeros utilizan el servicio estatal diariamente. Son pocas líneas para tanta gente.
Las imágenes reflejan caos. Las declaraciones, también. Pero a diferencia de otros lugares, es un servicio público. Con 2.50 pesos argentinos vas y volvés. Encima te da la posibilidad de conectar con ómnibus que también son estatales. Acá pierde el estado. Pierden todos. No hay una empresa que se llene los bolsillos, un empresario que nunca se subió a un vagón. Será cuestión de tiempo. Que Venezuela se acomode, que se realicen las inversiones necesarias y así, quizás, el Metro de Caracas sea un real ejemplo de empresa socialista mundial.
Pero el subte es más viejo que el gobierno de Chávez. El 2 de enero de 1983, se deslizó por primera vez por los rieles de la capital venezolana. En aquel entonces, una línea, ocho estaciones, 6.7 km. Hoy, cuatro. La empresa “Metro de Caracas S.A”, se declara como “la empresa socialista ejemplar del país”.
Sin embargo, como todo lo que hace el “Gobierno Bolivariano”, el metro también divide. Están quienes lo defienden, quienes agradecen. Quienes se enorgullecen de tener en su ciudad la vía de transporte más rápida y moderna: “Soy caraqueño y me gusta el servicio. Hay fallas, claro. Pero no es para criticar tanto al gobierno: ¡a que nadie dice q el gobierno busca solucion todo los 365 dias del año! Yo disfruto del metro nuevo gracias a mi presidente y su gobierno”, escribió Enyer Carabajal en el facebook del metro.
En el muro también hay de los otros: los que se quejan, los que acusan al gobierno de tarifas caras, de servicio pésimo: retrasos, malas condiciones de viaje. Ismael Flores es une ejemplo: “No se preocupen por el problema del metro: si esperaron 12 años para que Chávez viera o entendiera que había que construir casas, esperen 12 años más para que entienda el caos total que significa el metro de Caracas. Tengan fe.”, comentó.
Es que el servicio colapsa. En hora pico, se hace imposible. Y si bien los vagones son modernos, las estaciones están sucias. Muy sucias. No las cuidan. El gran crecimiento demográfico de la capital Venezolana se ve reflejado en los números: 1.300.000 de pasajeros utilizan el servicio estatal diariamente. Son pocas líneas para tanta gente.
Las imágenes reflejan caos. Las declaraciones, también. Pero a diferencia de otros lugares, es un servicio público. Con 2.50 pesos argentinos vas y volvés. Encima te da la posibilidad de conectar con ómnibus que también son estatales. Acá pierde el estado. Pierden todos. No hay una empresa que se llene los bolsillos, un empresario que nunca se subió a un vagón. Será cuestión de tiempo. Que Venezuela se acomode, que se realicen las inversiones necesarias y así, quizás, el Metro de Caracas sea un real ejemplo de empresa socialista mundial.
jueves, 29 de septiembre de 2011
¿Y allá cómo es?: Seúl
Adrián Park tiene 20 años. Las vueltas de la vida lo llevaron a la tierra de sus antepasados, Corea. A Seúl, más precisamente, una ciudad grande, impactante. Una ciudad con una impronta bien capitalista. Y allí, en la capital de Corea del Sur, está uno de los subtes más modernos y largos del mundo: el “Seúl Metro”. De entrada, cuenta Adrián, se sorprendió. Y, es que ocho millones de pasajeros al día viajan en sus vagones.
A diferencia de los dos metros anteriores, la primera línea se inauguró hace poco, en 1974. Hoy son 15: nueve a los alrededores de la ciudad y seis en el área metropolitana. Los primeros llegan hasta lugares alejados de la capital y salen a la superficie, mientras que los metropolitanos, como dice su palabra, viajan por debajo del centro.
Por su logística, velocidad y calidad, el metro de Seúl fue elegido como uno de los mejores del mundo: en todas las estaciones podés combinar, podés conectarte con toda la ciudad. Los vagones, cuenta Adrián, son “modernos, rapidísimos. Tenés carteles electrónicos que te van avisando todas las paradas. Además te avisan las principales atracciones que tenés en la parada donde te bajás.”, dice. Ah, todos tienen aire acondicionado y calefacción.
“En cada vagón hay 12 asientos reservados para madres embarazadas, ancianos o discapacitados. Sin embargo los coreanos son maleducados: “no ceden mucho los lugares”, tira Park. Que cuenta un dato: “Los andenes tienen puertas: se abren cuando llega la formación, donde está la entrada al vagón. El problema es que acá la tasa de suicidios en el subte era muy alta: mucha gente se tiraba a las vías. Entonces, lo solucionaron así”.
Las estaciones están todas equipadas para que los discapacitados, que no pagan el servicio, puedan moverse. Desde el andén, también, te avisán que la próxima formación está por llegar: “Lo dicen en cuatro idiomas: Inglés, Coreano, Chino y Japonés. Es muy divertido”, relata Adrian.
El precio depende de la distancia que hacés: se pasa una tarjeta a la entrada y a la salida, y así, según el recorrido te cobra. Se puede cargar un boleto electrónico como la SUBE o directamente a tu tarjeta de crédito: cuesta alrededor de un dólar, un precio razonable por las distancias que cubre y la comodidad que tiene.
Adrián rompió el mito: “Son cómodos. Si viajás a horas pico, es como todos lados. Pero si generalmente no. En los asientos da gusto sentarse. La temperatura es ideal. Su velocidad y servicio, también”. Y para cerrar, un comentario para aprender: “Tenés teléfonos para realizar llamadas gratis. Es que mucha gente se pierde y no tiene celular, entonces se comunican así. También, por estación, hay cuatro teléfonos SOS, por si hay un ataque cardíaco o algún psicópata”. Es que en Seúl, el futuro llegó hace rato.
A diferencia de los dos metros anteriores, la primera línea se inauguró hace poco, en 1974. Hoy son 15: nueve a los alrededores de la ciudad y seis en el área metropolitana. Los primeros llegan hasta lugares alejados de la capital y salen a la superficie, mientras que los metropolitanos, como dice su palabra, viajan por debajo del centro.
Por su logística, velocidad y calidad, el metro de Seúl fue elegido como uno de los mejores del mundo: en todas las estaciones podés combinar, podés conectarte con toda la ciudad. Los vagones, cuenta Adrián, son “modernos, rapidísimos. Tenés carteles electrónicos que te van avisando todas las paradas. Además te avisan las principales atracciones que tenés en la parada donde te bajás.”, dice. Ah, todos tienen aire acondicionado y calefacción.
“En cada vagón hay 12 asientos reservados para madres embarazadas, ancianos o discapacitados. Sin embargo los coreanos son maleducados: “no ceden mucho los lugares”, tira Park. Que cuenta un dato: “Los andenes tienen puertas: se abren cuando llega la formación, donde está la entrada al vagón. El problema es que acá la tasa de suicidios en el subte era muy alta: mucha gente se tiraba a las vías. Entonces, lo solucionaron así”.
Las estaciones están todas equipadas para que los discapacitados, que no pagan el servicio, puedan moverse. Desde el andén, también, te avisán que la próxima formación está por llegar: “Lo dicen en cuatro idiomas: Inglés, Coreano, Chino y Japonés. Es muy divertido”, relata Adrian.
El precio depende de la distancia que hacés: se pasa una tarjeta a la entrada y a la salida, y así, según el recorrido te cobra. Se puede cargar un boleto electrónico como la SUBE o directamente a tu tarjeta de crédito: cuesta alrededor de un dólar, un precio razonable por las distancias que cubre y la comodidad que tiene.
Adrián rompió el mito: “Son cómodos. Si viajás a horas pico, es como todos lados. Pero si generalmente no. En los asientos da gusto sentarse. La temperatura es ideal. Su velocidad y servicio, también”. Y para cerrar, un comentario para aprender: “Tenés teléfonos para realizar llamadas gratis. Es que mucha gente se pierde y no tiene celular, entonces se comunican así. También, por estación, hay cuatro teléfonos SOS, por si hay un ataque cardíaco o algún psicópata”. Es que en Seúl, el futuro llegó hace rato.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
¿Y allá cómo es?: Nueva York.
Si te digo que pienses en una metrópoli, pensás en esa ciudad. Cerrás los ojos y vez rascacielos, gente de todas las razas y religiones. Gente. Mucha gente que camina, que se choca. Autos embotellados en las avenidas. Idiomas: escuchás decenas de lenguas. Y allí, a lo lejos, la Estatua de la Libertad, el puente de Brooklyn. Sí, pensás en Nueva York. Y Nueva York, como toda metrópoli, tiene un subte. Y su subte es el más grande de Estados Unidos.
En 1904 llegó a la ciudad, se inauguró la primera línea. Hoy, 107 años después, se multiplicaron por 26, con una longitud de ruta de 368 kilometros. 468 estaciones lidian con los más de cinco millones de pasajeros que utilizan este servicio diariamente. Algunas líneas comparten vías: tenés que fijarte el número que lleva delante para ver si es el que necesitas. El horario, acorde a una metrópoli: está abierto las 24 horas. La frecuencia, también: entre dos o cinco minutos tenés una formación pasando adelante tuyo. A la madrugada, entre 10 y 20 minutos.
El sistema express es una de las características particulares del “Metro”. Podés estar en una estación y ver como te pasan vagones por delante porque la formación express no para ahí, un buen sistema para las largas distancias. Las distintas bocas de la misma parada tienen distintos sentidos, es decir, en muchas calles. Si entras por la boca de una calle vas al norte, y por la de la otra al sur.
Las estaciones no son limpias. Están antiguas, viejas, descuidadas. Los papeles descansan en el piso y la gente parece no entrar en los andenes. Es más: las ratas utilizan las vías como vereda, pasean, corren a la vista de todos. Los vagones son el lugar donde los artistas callejeros más se expresan: están pintados, grafiteados. Adentro los locos son moneda común. Se escuchan gritos, monólogos. El precio, tranca: 2.25 dolares.
Sin embargo, el subte de Nueva York es una experiencia. Subirte, viajar, despierta sensaciones como miedo y placer. Además, la posibilidad de bajarte en Times Square, en la “Quinta Avenida”, “China Town”, transformaron al “NYC Metro” en uno de los más famosos del mundo.
En 1904 llegó a la ciudad, se inauguró la primera línea. Hoy, 107 años después, se multiplicaron por 26, con una longitud de ruta de 368 kilometros. 468 estaciones lidian con los más de cinco millones de pasajeros que utilizan este servicio diariamente. Algunas líneas comparten vías: tenés que fijarte el número que lleva delante para ver si es el que necesitas. El horario, acorde a una metrópoli: está abierto las 24 horas. La frecuencia, también: entre dos o cinco minutos tenés una formación pasando adelante tuyo. A la madrugada, entre 10 y 20 minutos.
El sistema express es una de las características particulares del “Metro”. Podés estar en una estación y ver como te pasan vagones por delante porque la formación express no para ahí, un buen sistema para las largas distancias. Las distintas bocas de la misma parada tienen distintos sentidos, es decir, en muchas calles. Si entras por la boca de una calle vas al norte, y por la de la otra al sur.
Las estaciones no son limpias. Están antiguas, viejas, descuidadas. Los papeles descansan en el piso y la gente parece no entrar en los andenes. Es más: las ratas utilizan las vías como vereda, pasean, corren a la vista de todos. Los vagones son el lugar donde los artistas callejeros más se expresan: están pintados, grafiteados. Adentro los locos son moneda común. Se escuchan gritos, monólogos. El precio, tranca: 2.25 dolares.
Sin embargo, el subte de Nueva York es una experiencia. Subirte, viajar, despierta sensaciones como miedo y placer. Además, la posibilidad de bajarte en Times Square, en la “Quinta Avenida”, “China Town”, transformaron al “NYC Metro” en uno de los más famosos del mundo.
martes, 27 de septiembre de 2011
¿Y allá cómo es?: Barcelona
En Sacá Boleto inauguramos una nueva sección: te vamos a contar como funciona el subte en las ciudades más importantes del mundo.
Lugar mágico. Montaña y playa. Una ciudad grande, amplia. Atractivos turísticos: la rambla, el barrio gótico, el monte monjuic. El mediterráneo costea y los barcos descansan en el puerto. Una ciudad con todas las letras, una de las más visitadas del mundo, necesita un subte que ande bien. Que cumpla con los horarios. Que sus vagones sean limpios, pulcros. Estaciones grandes, cómodas. Y Barcelona cumple las expectativas con creces.
El subte llego a Barcelona en 1924. Hoy, casi 90 años después, creció enormemente: once son las líneas que atraviesan la segunda ciudad más importante de España y 162 las estaciones. 123 kilómetros de extensión la convierten en la segunda red más grande del país ibérico, después de Madrid, claro. En cada línea, al menos cuatro estaciones conectan con otras correspondencias. Y funciona siempre: entre las 5 de la mañana y las 12 de la noche los días de semana y 2 de la mañana los fines de semana, el subte corre por las vías. 400 millones de pasajeros al año utilizan este servicio.
Las estaciones, impecables: grandes, modernas, limpias. La gente las cuida. Y se cuida: en las escaleras mecánicas, que están en todas las estaciones, se corren a la derecha, le dan prioridad a quien sube apurado. Los vagones parecen naves espaciales: de última generación, tienen aire acondicionado y viajan a altas velocidades. Los horarios se respetan. Cada parada tiene un reloj que marca cuantos minutos y segundos restan para que la próxima formación arribe a la estación. Su rango de falla, mínimo: 20 segundos.
La línea 9 es el proyecto de subte mas importante de europa. Se inaugurará en 2014, tendrá 52 estaciones y recorrerá 47 kilometros. Todas las estaciones estarán adaptadas para discapacitados. El primer tramo entró en servicio en 2009. Al finalizar su construcción, conectará los municipios de Badalona, Santa Coloma de Gramanet, Barcelona, Hospitalet de Llobregat y El Prat de Llobregat. Y, como en cada ciudad importante del mundo, tendrá una estación en cada una de las dos terminales del Aeropuerto de Barcelona.
Pero alguien tiene que mantener tanto circo. Y ese alguien son los usuarios. Un boleto para viajar sin límites durante todo el día cuesta 6 euros. 10 viajes, 8,25 euros. Un abono mensual, 50. Es el más caro de Europa. Pero uno de los mejores del mundo.
Lugar mágico. Montaña y playa. Una ciudad grande, amplia. Atractivos turísticos: la rambla, el barrio gótico, el monte monjuic. El mediterráneo costea y los barcos descansan en el puerto. Una ciudad con todas las letras, una de las más visitadas del mundo, necesita un subte que ande bien. Que cumpla con los horarios. Que sus vagones sean limpios, pulcros. Estaciones grandes, cómodas. Y Barcelona cumple las expectativas con creces.
El subte llego a Barcelona en 1924. Hoy, casi 90 años después, creció enormemente: once son las líneas que atraviesan la segunda ciudad más importante de España y 162 las estaciones. 123 kilómetros de extensión la convierten en la segunda red más grande del país ibérico, después de Madrid, claro. En cada línea, al menos cuatro estaciones conectan con otras correspondencias. Y funciona siempre: entre las 5 de la mañana y las 12 de la noche los días de semana y 2 de la mañana los fines de semana, el subte corre por las vías. 400 millones de pasajeros al año utilizan este servicio.
Las estaciones, impecables: grandes, modernas, limpias. La gente las cuida. Y se cuida: en las escaleras mecánicas, que están en todas las estaciones, se corren a la derecha, le dan prioridad a quien sube apurado. Los vagones parecen naves espaciales: de última generación, tienen aire acondicionado y viajan a altas velocidades. Los horarios se respetan. Cada parada tiene un reloj que marca cuantos minutos y segundos restan para que la próxima formación arribe a la estación. Su rango de falla, mínimo: 20 segundos.
La línea 9 es el proyecto de subte mas importante de europa. Se inaugurará en 2014, tendrá 52 estaciones y recorrerá 47 kilometros. Todas las estaciones estarán adaptadas para discapacitados. El primer tramo entró en servicio en 2009. Al finalizar su construcción, conectará los municipios de Badalona, Santa Coloma de Gramanet, Barcelona, Hospitalet de Llobregat y El Prat de Llobregat. Y, como en cada ciudad importante del mundo, tendrá una estación en cada una de las dos terminales del Aeropuerto de Barcelona.
Pero alguien tiene que mantener tanto circo. Y ese alguien son los usuarios. Un boleto para viajar sin límites durante todo el día cuesta 6 euros. 10 viajes, 8,25 euros. Un abono mensual, 50. Es el más caro de Europa. Pero uno de los mejores del mundo.
martes, 6 de septiembre de 2011
La demora en el subte, una mirada distinta
El subte es el medio de comunicación del pueblo. Viajan todos: ricos, pobres, clase media. Todos. Entre ellos está Hernán. Con un sobretodo, el pelo despeinado y una barba al mejor estilo Fidel, Hernán, de 28 años, tiene mucha cara de cansado: hace un rato salió de trabajar. Y se nota que la demora de media hora arriba del vagón, le afectó.
Sin embargo esta no era un retraso más: una señora se descompuso en el vagón, en la estación Malabia. Entonces, pararon el servicio. El resto de las formaciones, también. Y en una de esas, en Carlos Pellegrini, estaba Hernán.
Hernán estudia Ciencia Política en UBA y milita en “La Mella”, la agrupación universitaria que preside el centro de estudiantes en la facultad de Ciencias Sociales. Y cuando empieza a hablar del servicio del Subte, tiene una opinión bien formada: “El Estado y Metrovías comparten la culpa. No hay regulación con los subsidios que da el gobierno de la ciudad. Ojo, la gente también tiene su cuota de responsabilidad: volvió a votar a Mauricio Macri en las últimas elecciones”.
Cuando lo dice, se indigna: se muerde el labio inferior, se desorienta. Pero no para: “Lo que pasó hoy, pasa siempre. Yo viajo siempre en la línea C (Retiro-Constitución) en hora pico. La gente se empuja para entrar. Adentro no hay lugar. La semana pasada en tres estaciones se desmayaron tres personas: ¿Tan difícil es poner más servicios, más vagones? ¿Por qué no piensan en los usuarios? Es que hay una burocracia sindical que no piensa en ellos. Que se llena los bolsillos, que se guardan todas estas cosas que saben que pasan”, dice mientras mueve las manos enérgicamente.
“¿Cómo se soluciona esto? Con control, con delegados que se preocupen por los trabajadores. Un maquinista, hasta hace unos meses, laburaba 10 horas por día. Imaginate estar 10 horas acá adentro, loco. Vos no aguantás ni tres estaciones y estos pibes se pasan 10 horas todos los días metidos ahí. Y ganan poco, eh”. Cuando habla, Hernán muestra sabiduría, seguridad. Se compenetra con el tema.
Pasan vagones. Sube y baja gente. Las caras, un denominador común: cansancio, fastidio. El boletero, un simple burócrata que carga tarjetas, una de lastareas más monótonas que existe, escucha las quejas. Porque como tantas otras veces, los argentinos no sabemos a quién reclamarle. Y los verdaderos responsables, siempre tienen las manos limpias.
Sin embargo esta no era un retraso más: una señora se descompuso en el vagón, en la estación Malabia. Entonces, pararon el servicio. El resto de las formaciones, también. Y en una de esas, en Carlos Pellegrini, estaba Hernán.
Hernán estudia Ciencia Política en UBA y milita en “La Mella”, la agrupación universitaria que preside el centro de estudiantes en la facultad de Ciencias Sociales. Y cuando empieza a hablar del servicio del Subte, tiene una opinión bien formada: “El Estado y Metrovías comparten la culpa. No hay regulación con los subsidios que da el gobierno de la ciudad. Ojo, la gente también tiene su cuota de responsabilidad: volvió a votar a Mauricio Macri en las últimas elecciones”.
Cuando lo dice, se indigna: se muerde el labio inferior, se desorienta. Pero no para: “Lo que pasó hoy, pasa siempre. Yo viajo siempre en la línea C (Retiro-Constitución) en hora pico. La gente se empuja para entrar. Adentro no hay lugar. La semana pasada en tres estaciones se desmayaron tres personas: ¿Tan difícil es poner más servicios, más vagones? ¿Por qué no piensan en los usuarios? Es que hay una burocracia sindical que no piensa en ellos. Que se llena los bolsillos, que se guardan todas estas cosas que saben que pasan”, dice mientras mueve las manos enérgicamente.
“¿Cómo se soluciona esto? Con control, con delegados que se preocupen por los trabajadores. Un maquinista, hasta hace unos meses, laburaba 10 horas por día. Imaginate estar 10 horas acá adentro, loco. Vos no aguantás ni tres estaciones y estos pibes se pasan 10 horas todos los días metidos ahí. Y ganan poco, eh”. Cuando habla, Hernán muestra sabiduría, seguridad. Se compenetra con el tema.
Pasan vagones. Sube y baja gente. Las caras, un denominador común: cansancio, fastidio. El boletero, un simple burócrata que carga tarjetas, una de lastareas más monótonas que existe, escucha las quejas. Porque como tantas otras veces, los argentinos no sabemos a quién reclamarle. Y los verdaderos responsables, siempre tienen las manos limpias.
jueves, 25 de agosto de 2011
José Pedraza: de marxista a neoliberal
El tipo, canoso y con bigotes, tiene algo histórico en su haber: ganó una elección sindical desde la cárcel. ¿Quién es José Pedraza?
Durante su infancia en Córdoba, José Pedraza pasó hambre. Hijo de un peón ferroviario, luchó contra la falta de comida.
Pedraza es el ex secretario general de la Unión Ferroviaria. Y el histórico rival del Paritdo Obrero. Más aún luego del crimen de Mariano Ferreyra, militante que fue asesinado mientras reclamaba para terminar con la tercerización. Por esa causa, Pedraza se encuentra preso.
“Pedraza maneja una patota, una burocracia sindical". El cordobés admitió tener fuerzas de choque "pero no patotas. No manejan armas, no son patotas".
Llegó de chico a las vías: con 16 años comenzó a trabajar como obrero en el Ferrocarril, en Córdoba. Ahí comenzó su militancia. Ya un poco más grande, se acercó al marxismo: concilió con las ideas comunistas. Hoy, tiene seis propiedades, una tasada en un millón de dólares.
Los gobiernos de facto, sus primeros rivales políticos. Pedraza estuvo preso durante el gobierno de Onganía y encabezó huelgas en 1979 durante la última dictadura militar. En esos tiempos ya era un militante peronista.
Y entonces se entregó al viento. Sus ideales se perdieron. Encabezó la refundación del peronismo junto a Cafiero en 1989. Cuando este perdió las internas, pasó a jugar con los vencedores, con el Menemismo: "Apoyé a Menem como lo hizo todo el peronismo, del mismo modo que ahora apoyo a Kirchner. Y apoyé las privatizaciones de los noventa, como lo hizo todo el peronismo”.
El muchacho, un caradura: "De los 114 mil ferroviarios que había en 1990, hoy quedamos 14 mil y una red devastada. Además, los 80 mil que quedaron afuera fueron a engrosar la lista de desocupados", denunció el ingeniero Norberto Rosendo, presidente de la Comisión Nacional Salvemos al tren. Pedraza, no titubeó para contestar: “La gente huía de la empresa; pero, claro, después se dieron cuenta de que el kiosquito que pusieron con el retiro no funcionó". Esto surgió en el contexto de las privatizaciones de los trenes. Allí, Pedraza, gerente estatal de Ferrocarriles Argentinos, despidió a 80 mil empleados.
“Los gordos”, así llaman a los integrantes de la patota sindical, lo defienden. Lo cuidan. Le protegen el cargo. Contar todas sus extrañas apariciones, llevaría miles de caracteres. Pero hay una emblemática: hace cuatro años, el sindicalista fue acusado de estafa. Se habría robado 34 millones de dólares. A la justicia le costó poco tiempo encontrar una serie de empresas fantasmas que tendrían parte de ese dinero, empresas que eran de familiares de dirigentes ferroviarios. Eso le costó a Pedraza el embargo de 50 millones de dólares. Y a Alberto Seijas, juez de la causa, una paliza en la puerta de su casa.
Pasó el tiempo. Pasaron gobiernos, huelgas y miles de trenes. Hasta pasó una vida. Sin embargo, Pedraza sigue allí arriba. Desde su celda, fue reelecto como secretario de la Unión Ferroviaria. Ayer, un neoliberal. Hoy, un férreo defensor del Kirchnerismo.
Las mismas caras, las mismas voces, los mismos trenes.
Durante su infancia en Córdoba, José Pedraza pasó hambre. Hijo de un peón ferroviario, luchó contra la falta de comida.
Pedraza es el ex secretario general de la Unión Ferroviaria. Y el histórico rival del Paritdo Obrero. Más aún luego del crimen de Mariano Ferreyra, militante que fue asesinado mientras reclamaba para terminar con la tercerización. Por esa causa, Pedraza se encuentra preso.
“Pedraza maneja una patota, una burocracia sindical". El cordobés admitió tener fuerzas de choque "pero no patotas. No manejan armas, no son patotas".
Llegó de chico a las vías: con 16 años comenzó a trabajar como obrero en el Ferrocarril, en Córdoba. Ahí comenzó su militancia. Ya un poco más grande, se acercó al marxismo: concilió con las ideas comunistas. Hoy, tiene seis propiedades, una tasada en un millón de dólares.
Los gobiernos de facto, sus primeros rivales políticos. Pedraza estuvo preso durante el gobierno de Onganía y encabezó huelgas en 1979 durante la última dictadura militar. En esos tiempos ya era un militante peronista.
Y entonces se entregó al viento. Sus ideales se perdieron. Encabezó la refundación del peronismo junto a Cafiero en 1989. Cuando este perdió las internas, pasó a jugar con los vencedores, con el Menemismo: "Apoyé a Menem como lo hizo todo el peronismo, del mismo modo que ahora apoyo a Kirchner. Y apoyé las privatizaciones de los noventa, como lo hizo todo el peronismo”.
El muchacho, un caradura: "De los 114 mil ferroviarios que había en 1990, hoy quedamos 14 mil y una red devastada. Además, los 80 mil que quedaron afuera fueron a engrosar la lista de desocupados", denunció el ingeniero Norberto Rosendo, presidente de la Comisión Nacional Salvemos al tren. Pedraza, no titubeó para contestar: “La gente huía de la empresa; pero, claro, después se dieron cuenta de que el kiosquito que pusieron con el retiro no funcionó". Esto surgió en el contexto de las privatizaciones de los trenes. Allí, Pedraza, gerente estatal de Ferrocarriles Argentinos, despidió a 80 mil empleados.
“Los gordos”, así llaman a los integrantes de la patota sindical, lo defienden. Lo cuidan. Le protegen el cargo. Contar todas sus extrañas apariciones, llevaría miles de caracteres. Pero hay una emblemática: hace cuatro años, el sindicalista fue acusado de estafa. Se habría robado 34 millones de dólares. A la justicia le costó poco tiempo encontrar una serie de empresas fantasmas que tendrían parte de ese dinero, empresas que eran de familiares de dirigentes ferroviarios. Eso le costó a Pedraza el embargo de 50 millones de dólares. Y a Alberto Seijas, juez de la causa, una paliza en la puerta de su casa.
Pasó el tiempo. Pasaron gobiernos, huelgas y miles de trenes. Hasta pasó una vida. Sin embargo, Pedraza sigue allí arriba. Desde su celda, fue reelecto como secretario de la Unión Ferroviaria. Ayer, un neoliberal. Hoy, un férreo defensor del Kirchnerismo.
Las mismas caras, las mismas voces, los mismos trenes.
miércoles, 17 de agosto de 2011
Bondi, mi buen amigo
Que el fútbol genera pasiones, está claro: es el deporte que más despierta en los argentinos, el único que logra movilizar a las masas. Las masas son sinónimo del pueblo. Y el pueblo viaja en bondi. Por silogismo, los argentinos van en bondi a la cancha.
Viajar en "bus" con los hinchas de cualquier equipo es una experiencia única. Los tipos se juntan en una parada, paran el colectivo y suben. Desde entonces, la línea deja de tener un servicio normal: va sin escalas hasta la cancha. Una vez arriba, parados, cantan. En ningún momento dejan de cantar. Se mueven para acá, se mueven para allá y el que no salta es del clásico rival.
Ser visitante y tomarse el colectivo del “enemigo” para acercarse hasta el estadio es más arriesgado que intentar robar un banco. Si sos visitante, olvidate de llevar tu camiseta. Te vestís de civil, y, cuando te subís, buscás el lugar más alejado posible de los hinchas. Ah, y no los mirés: se van a dar cuenta que sos visitante.
Cada equipo tiene una línea que lo identifica. Esa que, cada domingo que juegan de local, es una fiesta. Más aún, los cinco grandes.
En la gráfica de cada “42” figura una parada: River Plate. Rojo y amarillo, el “42” sale de Amancio Alcorta y Pepiri para terminar, los días de partido, en el estadio Monumental. Mientras cruza Parque Chacabuco, Villa Crespo, Chacarita, Colegiales y Belgrano, todo es rojo y blanco. Descienden y en caravana van hasta la cancha.
A 15 cuadras del Antonio Vespucio Liberti, por Cabildo, pasa el 152. Blanco y azul, lleva la inscripción “Olivos – Boca”. Cruza el viaducto que comunica Cabildo con Santa Fe, dobla en Paseo Colón. Durante todo el trayecto, se suben decenas de hinchas de Boca. Y todos bajan en el mismo lugar: Casa Amarilla, Almirante Brown 401. Los visitantes, si se animaron a subir, siguen: bajan en la terminal.
Cerquita, ahí nomás, está Avellaneda. Avellaneda, como dice el hit de cancha, tiene dos bandas. Y las dos bandas, como alternan la localía, comparten el bondi. El “95” viene de capital. Arévalo, Santa Fe, Plaza Italia. Suben, suben y suben: un domingo de rojo y al siguiente de albiceleste. Las paredes, confundidas, escuchan como se cantan entre sí. Todos bajan en el mismo lugar: Adolfo Alsina y Colón. Las tres cuadras que separan al “Juan Domingo Perón” del “Libertadores de América” se caminan. Es más: desde la cancha de Independiente, se ve el cilindro. Ah, una fracción de la hinchada de Racing se llama “La 95” en honor a ese bondi.
La historia de San Lorenzo es conocida: un club de Boedo que vendió el terreno de su cancha para la construcción de un supermercado. Años después, construyeron su nuevo estadio en Bajo Flores. Sin embargo, el “23” es el colectivo de los melancólicos. Es el que levanta a todos los que aún se mantienen en Boedo. Lo cruza entero y termina donde tiene que terminar: el “Nuevo Gasometro”.
Europa, dicen, es una sociedad más avanzada, una sociedad modelo. Madrid, una ciudad bellísima y el Real Madrid uno de los clubes más poderosos del mundo. El subte, el medio de comunicación más veloz. Y el Santiago Bernabeu, hogar del "merengue", tiene su estación. Es cuestión de tomarse la línea 10 y bajarse en “Santiago Bernabeu”. Al subir las escaleras que conducen a la calle, te chocas con la cancha. Increíble. Igual cuentan que los días de partido se viaja tranquilo: nada de canciones, nada de saltitos. Es simplemente un viaje.
Pasará el tiempo, avanzarán los medios de transporte. Quizás en cientos de años existan los autos voladores, o, quien te dice, la tele transportación. Pero de algo estoy seguro: para ir a la cancha, el hincha argentino seguirá eligiendo el colectivo.
Viajar en "bus" con los hinchas de cualquier equipo es una experiencia única. Los tipos se juntan en una parada, paran el colectivo y suben. Desde entonces, la línea deja de tener un servicio normal: va sin escalas hasta la cancha. Una vez arriba, parados, cantan. En ningún momento dejan de cantar. Se mueven para acá, se mueven para allá y el que no salta es del clásico rival.
Ser visitante y tomarse el colectivo del “enemigo” para acercarse hasta el estadio es más arriesgado que intentar robar un banco. Si sos visitante, olvidate de llevar tu camiseta. Te vestís de civil, y, cuando te subís, buscás el lugar más alejado posible de los hinchas. Ah, y no los mirés: se van a dar cuenta que sos visitante.
Cada equipo tiene una línea que lo identifica. Esa que, cada domingo que juegan de local, es una fiesta. Más aún, los cinco grandes.
En la gráfica de cada “42” figura una parada: River Plate. Rojo y amarillo, el “42” sale de Amancio Alcorta y Pepiri para terminar, los días de partido, en el estadio Monumental. Mientras cruza Parque Chacabuco, Villa Crespo, Chacarita, Colegiales y Belgrano, todo es rojo y blanco. Descienden y en caravana van hasta la cancha.
A 15 cuadras del Antonio Vespucio Liberti, por Cabildo, pasa el 152. Blanco y azul, lleva la inscripción “Olivos – Boca”. Cruza el viaducto que comunica Cabildo con Santa Fe, dobla en Paseo Colón. Durante todo el trayecto, se suben decenas de hinchas de Boca. Y todos bajan en el mismo lugar: Casa Amarilla, Almirante Brown 401. Los visitantes, si se animaron a subir, siguen: bajan en la terminal.
Cerquita, ahí nomás, está Avellaneda. Avellaneda, como dice el hit de cancha, tiene dos bandas. Y las dos bandas, como alternan la localía, comparten el bondi. El “95” viene de capital. Arévalo, Santa Fe, Plaza Italia. Suben, suben y suben: un domingo de rojo y al siguiente de albiceleste. Las paredes, confundidas, escuchan como se cantan entre sí. Todos bajan en el mismo lugar: Adolfo Alsina y Colón. Las tres cuadras que separan al “Juan Domingo Perón” del “Libertadores de América” se caminan. Es más: desde la cancha de Independiente, se ve el cilindro. Ah, una fracción de la hinchada de Racing se llama “La 95” en honor a ese bondi.
La historia de San Lorenzo es conocida: un club de Boedo que vendió el terreno de su cancha para la construcción de un supermercado. Años después, construyeron su nuevo estadio en Bajo Flores. Sin embargo, el “23” es el colectivo de los melancólicos. Es el que levanta a todos los que aún se mantienen en Boedo. Lo cruza entero y termina donde tiene que terminar: el “Nuevo Gasometro”.
Europa, dicen, es una sociedad más avanzada, una sociedad modelo. Madrid, una ciudad bellísima y el Real Madrid uno de los clubes más poderosos del mundo. El subte, el medio de comunicación más veloz. Y el Santiago Bernabeu, hogar del "merengue", tiene su estación. Es cuestión de tomarse la línea 10 y bajarse en “Santiago Bernabeu”. Al subir las escaleras que conducen a la calle, te chocas con la cancha. Increíble. Igual cuentan que los días de partido se viaja tranquilo: nada de canciones, nada de saltitos. Es simplemente un viaje.
Pasará el tiempo, avanzarán los medios de transporte. Quizás en cientos de años existan los autos voladores, o, quien te dice, la tele transportación. Pero de algo estoy seguro: para ir a la cancha, el hincha argentino seguirá eligiendo el colectivo.
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